Un nuevo viaje a Tandil con mucho esfuerzo y voluntad

Cumplimentando un evento que en mi caso particular considero «tradicional», como todos los años y para la Semana Santa acometo el esfuerzo de pedalear hasta el Monte Calvario de Tandil y regreso. Para tal fin, inicié el esfuerzo a la hora 8.30 del viernes 19, arribando al lugar de peregrinación a la hora 12.10. Después de permanecer por espacio de aproximadamente una hora en descanso, inicié el retorno para concluir el esfuerzo en torno a la hora 17.
Debido al intenso tránsito en la ruta provincial Nº 226, después del ascenso a la «Cantera Tandileofú», al llegar al cruce «La Vasconia» encaré la mítica «Loma del Gallo», ingresando por el el acceso al dique. En esas dos subidas pagué con creces el tributo anual dirigido principalmente a Jesús, por tanto bueno y recibido, y en cierta medida a mantener vigente aquello de: «cuando se quiere, se puede».
Siempre recuerdo con mucha emoción que mi primer viaje en bicicleta a Tandil, lo concreté con Juan Scottu, cuando tenía 15 años (1958). Desde entonces reiteré ese esfuerzo en incontables ocasiones, en soledad y acompañado por uno o muchos pedalistas alentados por esa especie de desafío personal que significa visitar la ciudad serrana después de dejar atrás los ascensos y descensos que si se los analiza a bordo de un automóvil no implican ningún esfuerzo, pero pedaleando equivale a efectuar entregas físicas y anímicas extremas, máxime en mi caso cuando sumo casi 76 años.
Lo antes escrito no lleva implícito ningún sentido de hazaña ni jactancia; a la par de compartir las principales alternativas de un simple viaje en bicicleta, quiero significar que salvo impedimentos físicos extremos, todos pueden llevarlo a cabo a partir de una preparación adecuada y voluntad; de eso se trata, voluntad…
Los grupos de cicloturistas
Cuando regresaba a Ayacucho, y a la altura del cruce de vías de Fulton, me crucé con una delegación ciclística procedente de Dolores. En las cercanías de «Las Chilcas», lo hice con la correspondiente a Maipú. Ambos grupos pedalean desde hace muchos años desde sus respectivas ciudades hasta el Monte Calvario. Una vez cumplida esa peregrinación, regresan en vehículos. Para tal fin, son acompañados por combis, automóviles e incluso un camión para trasladar las bicicletas.
Ese emocionado reencuentro con compañeros de fines e ideales, festejado con mucha euforia, me hizo recordar cuando desde Ayacucho, solía partir de madrugada y desde el frente de la Iglesia Parroquial el numeroso contingente de Ciclistas Peregrinos. En una edición hacia el Monte Calvario, el grupo estuvo compuesto de 76 participantes. Después de viajes realizados a la Basílica de Luján, San Nicolás, Azul, Capilla de San Martín de Porres de Mar del Plata, Ostende, y varios viajes a Tandil, el grupo se fue disolviendo paulatinamente al perderse la «función de equipo»; debido a intereses egoístas y ajenos a los principales fundamentos del grupo.

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