A cada tanto y cuando la muerte golpea los atribulados e imaginarios zaguanes, suelo recordar al célebre escritor Ernesto Hemingway, y a una de sus obras, «Por quién doblan las campanas». En este caso, sus lúgubres repiques lo hicieron por Mauro Juan Loscalzo, quien el sábado 13 de enero y a los 91 años de edad se nos adelantó en la marcha por esta efímera existencia terrenal en procura de la otra, la eterna.
Mauro, como así se lo reconoció entre su numeroso círculo de familiares, amigos y conocidos, conformó una de las tradicionales familias del barrio de la denominada «Plaza de la Cruz», que estuvo ubicada donde actualmente se encuentra la capilla de Nuestra Señora de Luján.
Se relacionó desde muy jovencito con la reparación de bicicletas, debido a que trabajó durante varios años como aprendiz en el taller de Juan Carlos Colella. No obstante haberse desempeñado como operario en la Usina de Energía Eléctrica, donde fue reconocido por su responsabilidad y contracción al trabajo recibiendo los muy merecidos beneficios de la jubilación, siempre estuvo ligado al ambiente ciclístico tanto competitivo como comercial, donde a la par de sus conocimientos se destacó por su honestidad, granjeándose de esa manera numerosos amigos y clientes.
El Ayacucho Cicles Club siempre lo contó como uno de los colaboradores más eficientes. De perfil muy bajo según su modo de ser y hacer, colaboró constantemente con la entidad y con quienes conformaron varias generaciones de pedalistas. Cabe recordar que junto con Mario Bertoli y Raúl Crovo, adquirieron la primera sede social que tuvo el Ayacucho Cicles Club, que posibilitó oportunamente la compra de la actual quinta donde se encuentra la pista asfaltada de la entidad madre del ciclismo ayacuchense.
También fue un extraordinario integrante de los grupos de apoyo de varios eventos ciclísticos de largo aliento, entre los que se destacan las “48 Horas de Fe y Esperanza” protagonizadas por Héctor Martínez y Abel Bruno, durante los días 18, 19 y 20 de octubre de 1991, y el “Raid de la Amistad y Solidaridad” uniendo sin dormir “Gobernador Virasoro (Las Marías)-Ayacucho” sobre un total de 1.280 kilómetros, a partir del viernes 20 de marzo de 1992. Mauro, fue protagonista de esos tremendos esfuerzos físicos y mentales aportando sus conocimientos como técnico de reparación de bicicletas, cumpliendo un rol extraordinario para que las máquinas de ambos pedalistas siempre estuviesen en orden ante semejantes exigencias.
En ese muy plausible y honorable quehacer comunitario se destacó sobremanera, Mauro Loscalzo. De esa silenciosa y constante fuente abrevaron sus hijos, quienes a la par de sus trabajos específicos también se vincularon al ambiente ciclístico competitivo, e incluso al motociclismo. A su taller de bicicletas se acercaron permanentemente ciclistas de varias generaciones para recibir, a la par de las reparaciones de sus máquinas, el consejo útil, muy bien intencionado y siempre con la proverbial humildad que como escribimos al principio, lo caracterizó.
Después de sobrellevar la pérdida de su esposa, y de algunas dolencias físicas, dejó este mundo como se van los seres grandes de alma y corazón. Pudo haber gritado a los cuatro vientos lo mucho y bueno que hizo durante su prolífica existencia, pero fiel a su educación y costumbre, prefirió siempre los segundos planos.
Sin ninguna duda habrá de recordárselo siempre, principalmente aquellos que conformaron varias generaciones de ciclistas competitivos, y obviamente los allegados al Ayacucho Cicles Club, entidad por la que Mauro trabajó a destajo desechando siempre todo tipo de reconocimientos y figuraciones. Hasta siempre, amigo… AGB