Por Eduardo Volonté: MALVINAS, siempre argentinas

Especial para laverdadayacucho.com.ar: Eduardo A. Volonté
Se cumple mañana 2 de abril, el 42 aniversario de la absurda aventura militar del desembarco en las Islas Malvinas por parte de una dictadura militar que pretendía lograr en ella, el apoyo popular para su continuidad, que el pueblo no le brindaba.
Vale recordar el contexto en el cual se las fuerzas armadas pergeñaron su huida hacia delante, decidiendo invadir las Islas Malvinas: un creciente malestar popular, con la economía en franco retroceso, el aparato productivo desmantelado, un unánime desprestigio internacional producto de las sistemáticas y atroces violaciones a los derechos humanos.
Sabían Galtieri y Cia. lo adentradas que esas islas estaban –y están- en el sentimiento nacional y supusieron que esta decisión les daría el apoyo popular necesario para prolongar su estadía en el poder y seguir gozando de la necesaria impunidad.
No estaban tan errados. Ese mismo pueblo reprimido ferozmente el 30 de marzo de 1982 en Plaza de Mayo, salió casi en su totalidad a las calles el 2 de abril a celebrar la recuperación.
No tuvieron las FFAA en cuenta [o no quisieron hacerlo] el poderío militar de los ingleses, el rol que jugarían los Estados Unidos, las abismales diferencias entre un ejército y el otro, en preparación, equipamiento, tecnología y armamento, etc.
Así fue como a pesar del triunfalismo demencial de algunos y del manejo que se hiciera de los medios de comunicación, la realidad marchó por otro lado.
El paso del tiempo, el acceso a documentación antes vedada, los testimonios de los participantes de ambos bandos beligerantes, no hacen otra cosa que confirmar que la improvisación y la locura fueron las constantes que guiaran a Galtieri y sus pares, más capacitados para reprimir, secuestrar y desaparecer a ciudadanos indefensos, que para enfrentar un enemigo en serio.
Con su envidiable capacidad, Eduardo Galeano supo definir a esa guerra como una causa justa en manos injustas.
Como fueron también injustas las 649 víctimas fatales que según el informe Rattenbach le costara al país, a los que se deben sumar una cifra similar de ex combatientes que se suicidaron a partir de su regreso de las islas, y cuyo recuerdo debe ser un permanente compromiso de no cejar hasta lograr la recuperación pacífica de esos territorios argentinos por legítimo derecho.
Una voz disonante
En aquellos días de triunfalismo, a solo nueve días del desembarco, jóvenes radicales de la provincia de Buenos Aires, reunidos en Necochea, alertaron sobre la realidad y dijeron cosas como estas:
“…el pueblo sufrirá los resultados de esta imprevisión…”
“…Nos preocupa la acción del gobierno que parece no comprender la seriedad de la situación y fomenta desde los medios de comunicación el espíritu belicista, sin dar las explicaciones del caso y sin importarle que piensa el país”.
“…el objetivo oculto de la medida: ganar espacio político para obtener una salida fácil y elegante e imponer un manto de olvido a lo que ellos hicieron desde el 24 de marzo de 1976 a la fecha”.
“…La soberanía se debe defender día a día, en forma pacífica pero indeclinable. Hoy parece que quien la renunció y entregó el orgullo nacional se desespera por recuperar su imagen a cualquier costo. Hay que mantener la serenidad que nos impone nuestra conciencia limpia”.
“…No prestaremos apoyo incondicional al gobierno militar, no queremos sumarnos a las voces irresponsables que cantan loas a las FFAA demostrando una total inconciencia sobre la seriedad de la situación actual”.
Lamentablemente los hechos les dieron la razón.
Las islas deberán volver a integrar el territorio nacional, y la única vía posible para su recuperación es la diplomática.
A 42 años de aquel 2 de abril, el recuerdo y homenaje a todos los que dieron su vida o participaron de aquella guerra, debe ser un compromiso para seguir en la tarea por la recuperación pacífica de las islas.