Escribe: Eduardo A. Volonté
Alguna vez la especial agudeza de Bertolt Brecht para analizar la realidad que lo rodeaba en los años turbulentos que le tocara vivir, lo llevó a decir “que mal que estaremos que debemos rediscutir lo obvio”.
Hoy en Argentina pareciera aquella frase cobrar una inusitada vigencia y poner a diario a prueba la capacidad de asombro ante actitudes gubernamentales o estados de cosas, que hacen necesario otra vez —al decir de Brecht— rediscutir lo obvio.
Es obvio que un sistema republicano de gobierno implica la vigencia absoluta de la división de poderes, el libre juego de las instituciones, la autonomía del Congreso y la total independencia del poder judicial como administrador de justicia y contralor de la constitucionalidad de los actos de gobierno.
Sin embargo, esto que debería ser obvio, no lo es para nada. El Congreso es reemplazado por cuestionables Decretos de Necesidad y Urgencia, vetos a leyes sancionadas, y un permanente menoscabo y agresión a aquellos legisladores que no piensan como el Presidente.
Es obvio que uno de los requisitos básicos para definir una auténtica democracia es la vigencia de una absoluta libertad de expresión. Que la libertad informativa es un bien común de la sociedad al que no puede ningún gobierno que se precie de democrático pretender subordinar a sus antojos o limitar mediante controles de dudosa legitimidad.
Sin embargo, las constantes agresiones del Presidente a periodistas y medios hacen necesario también en esto rediscutir sobre cuál es el concepto que anima al oficialismo en materia de libertad de prensa.
Es obvio que la posibilidad de acceder a niveles de educación acordes con la capacidad de cada uno, debe ser igual para todos al margen de sus capacidades económicas.
Es obvio que en el mundo actual el conocimiento constituye el principal factor de progreso y desarrollo, que sin educación no hay futuro, que el precepto constitucional que brinda el derecho a aprender y enseñar no puede ser confiado solamente al libre juego del mercado.
Sin embargo, los recortes presupuestarios, la situación de ahogo financiero que viven las universidades, las magras remuneraciones a los docentes, la eliminación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; los despidos y rescisión de contratos en el Conicet, hacen obligatorio rediscutir cuál es el rol que la ciencia y la educación pública debe tener en el futuro nacional, y cuál debe ser el papel del conocimiento en la generación de riquezas.
Es obvio que la lucha de los trabajadores del mundo conquistó hace mucho la jornada de ocho horas y los derechos laborales y previsionales.
Sin embargo, jubilaciones míseras para la mayoría, desregulaciones, desprotección en materia de legislación laboral, hacen indispensable rediscutir el papel del trabajo en el proceso generador de la riqueza.
Todo esto y mucho más, es obvio.
Sin embargo, en la Argentina de hoy debemos rediscutir lo obvio, pero no en la búsqueda superadora de metas más ambiciosas, sino en la defensa de legítimos derechos hoy conculcados o amenazados, y cuya pérdida significaría un retroceso en el proceso de realización individual y colectiva del conjunto de los argentinos.-