Las “Chatas Cerealeras”

Quedaron en el imaginario “tintero”, algunos datos relacionados con las desaparecidas “chatas”, que a partir de los primeros años del siglo veinte, recorrieron huellas y caminos de nuestra provincia reemplazando a las carretas tiradas por bueyes. Cabe recordar que esas “chatas” o “carros grandes” fueron desplazadas oportunamente por los camiones.
Escribió Mariana Boh, en su libro “Gigantes de la llanura: “La llegada del ferrocarril hará que las distancias se corten y asimismo producirá un desplazamiento de los medios de transporte hasta entonces vigentes, la mula, la carreta y la diligencia. La mayor capacidad de carga de las chatas con respecto a las carretas, así como también la mayor estabilidad de las chatas respecto de éstas al poseer cuatro ruedas provocará una lenta desaparición de las carretas y su reemplazo por las chatas”.
Por su parte Marcos Aguirre, en sus “Manuscritos”, hace una diferenciación en sus nombres: “Carros eran los fabricados en el centro y sur de la provincia de Buenos Aires, haciendo hincapié, que los mejores y de mayor tamaño se fabricaron en la zona de Azul y Tandil. También señala: “Pasando General Alvear, hacia el norte, era difícil encontrarlos, puesto que se utilizó otro vehículo llamado chata, que no tenía laterales y cargaba solamente entre 60 y 70 bolsas y eran atadas a seis caballos, en caminos normales”.
FÁBRICAS EN AYACUCHO
Con respecto a los fabricantes, sobre los que hemos abundado en detalles en capítulos anteriores, cabe sumarle a dos carpinteros y artesanos ayacuchenses que también se dedicaron a pedido, a construir ese tipo de vehículos. Uno de ellos, Clemente Vago, tenía su taller y fábrica en la actual calle Bartolomé Mitre, casi avenida José Zoilo Miguens. Entre muebles y otros elementos, fabricó sulkis, jardineras, vagones y volantas de reconocida calidad, razón por la que ganó un merecido prestigio en Ayacucho, y en una amplia zona de influencia. Afortunadamente, aún quedan testimonios de esas obras artesanales.
Con respecto a las chatas o “carros grandes”, se construyeron en la herrería y fábrica de carros y carruajes de los hermanos Camilo y Bautista Felipe Suárez Uberia. Esta empresa fue fundada en el año 1876, en la esquina oeste de las actuales calles Bartolomé Mitre y Roque Sáenz Peña. A modo de acotación, el terreno les fue cedido en el año 1867, y correspondió a la primera escritura (Nº 1) librada oficialmente por la Corporación Municipal presidida por el Coronel José María Muñoz, en el pueblo de Arenales. Un aviso del año 1906, anunciaba que “se componen y construyen carros y carruajes. Se hacen toda clase de trabajos de talabartería y lomillería. Se afilan discos al torno. Precios módicos”. A la par de haberse construido en ese lugar el altar principal de la iglesia de Tandil, también salieron de su portón principal ubicado sobre la calle Roque Sáenz Peña, varias chatas para transportistas locales y de la región, cuyos nombres se perdieron en el olvido junto con los libros de administración de esa empresa. Hemos recibido del convecino Juan Coria, dos fotografías que nos muestran a la famosa “Chata de Lobería”. Datan del año 1914, y le fueron obsequiadas por su amigo José Francisco Hardoy, de Lobería.

AGB.

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