La Inmaculada Concepción de María y la Navidad

Ayer miércoles 8 de diciembre se recordó la Inmaculada Concepción de María, fecha en que según la tradición católica significa que María fue concebida en el seno de su madre Ana, sin el pecado original, fruto de una relación entre Ana y Joaquín, los nombres tradicionales con los cuales se reconoce a los padres de la Virgen, los abuelos maternos de Jesús. La Iglesia católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, quien también es Dios.

A raíz del Día de la Virgen María, suceden dos cosas muy importantes en la Argentina. Por un lado, es la fecha en la que se acostumbra a armar el arbolito de Navidad y además porque fue feriado en nuestro país y en algunos donde incluso resulta fecha inamovible. Esta festividad se celebró por primera vez en España, en el año 1644, pero fue declarado como día festivo en 1854 por el Papa Pío IX. Por su parte, en Argentina se proclamó feriado nacional porque es un país católico.

Lo que sigue está dirigido a los ayacuchenses “entrados en años”. En una fecha similar pero de hace unas cuantas décadas, era posible asistir a nuestro paseo principal para regocijarnos espiritualmente con las alternativas que generaba la tradicional reunión, cuyos principales protagonistas eran los niños de ambos sexos que “tomaban la primera comunión”. Ellas, vestidas de blanco como princesas, mientras que ellos lucían el riguroso trajecito azul marino de pantalón corto con el clásico brazalete. Toda la “parentela”, sumados los amigos y conocidos de la familia, se concentraban en ese punto neurálgico pueblerino donde se concertaba un muy importante compromiso religioso. Para lograr tal fin, se impartía la enseñanza del catecismo en la iglesia parroquial, en los establecimientos educativos, e incluso en “algún lugar” de los cuatro barrios. No obstante esta exultante y muy esperada manifestación de la grey católica, hay quienes la recuerdan con cierto resquemor: “yo tomé la primera comunión de guardapolvo, porque mis padres no tenían dinero para comprarme el traje…”

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