“Entre vueltas y más vueltas del primer Carrusel Argentino”

Publicamos el 3 de diciembre del año 1998: “Es bien sabido el hecho que el primer Carrusel Argentino fue construido en el año 1943, por la compañía Carruseles Ultramodernos Argentinos La Salvia (CUMA). Esta empresa encargó varios de estos carruseles. El primero, que funcionó entre los años 1943 a 1945 en un terreno baldío de las calles Bartolomé Hidalgo y Bernardino Rivadavia, alcanzó mayor fama que los otros debido a la riqueza imaginativa de su diseño y al encanto de su decoración, encargada a un excelente tallista rosarino, Tomás Resoli.
De ese lugar pasó al Jardín Zoológico, donde apuntaló su fama con música de marchas militares, habaneras y jotas, ejecutadas por su organito motorizado. Cuando se disolvió la Sociedad CUMA, uno de los socios, Cataldo Lopardo, compró el carrusel para mantenerlo en funcionamiento hasta el año 1954. Fue precisamente en ese año que el suegro de Omar Manuel Lema, lo adquirió para obsequiárselo a éste, debido a que Lema estaba casi ciego. Quiso de esa manera proporcionarle a su yerno un medio de vida.
En el año 1979, Omar Manuel Lema, vendió el carrusel al Club de Leones de Ayacucho, en la suma de 19.000 dólares, cuando era titular de la entidad el Dr. Carlos Mauricio Miramònt. La condición fue que ese medio de solaz y esparcimiento infantil debía quedarse en el país y en perfecto estado de funcionamiento. Así se ha hecho hasta el presente.
A modo de acotación, encontrándose en Ayacucho, sus tres muñecos animados de aproximadamente 40 centímetros de altura, que presiden la bandeja del organito (un moro barbado y dos que lo secundan), fueron robados cuando el carrusel funcionaba en el predio de la Sociedad rural. Afortunadamente, fueron recuperados sin mayores daños”.
“El organillo del carrusel pronto volverá a regalar su música”
Publicamos el lunes 2 de noviembre del año 1998: “en la acogedora carpintería “La Tranquera” de Rodolfo Piriz, ubicada sobre la avenida Cristóbal Colon y frente a la plaza homónima, desde hace un buen tiempo se encuentra el mencionado “organillo” (leer enciclopedia Durvan al respecto). El motivo es obvio. Al poco tiempo de instalarse el carrusel en el antiguo predio ferial de la Sociedad Rural, dejó de funcionar adecuadamente. Varias de sus partes importantes fueron objeto de un desmantelamiento forzado al ser robadas (afortunadamente recuperadas). En síntesis, el cilindro de madera dejó de girar, y sus teclas, fuelles y otros elementos técnicos dijeron que necesitaban imperiosamente una reparación. Es lo que está haciendo Rodolfo Piriz, acompañado de su hijo Martín.
Se trata de una paciente labor de recuperación de valiosísimas piezas, deterioradas por el uso incorrecto de que fue objeto el “organillo”. También el factor tiempo y manos inexpertas obraron para que las varias partituras musicales que contienen las púas del cilindro de madera, se hayan perdido en su casi totalidad.
Es una explicación técnica compleja la que habría que brindar sobre lo que se está reparando en “La Tranquera”. Simplemente agregaremos que debido al permanente interés puesto de manifiesto por el Club de Leones de Ayacucho, el organillo del histórico carrusel funcionará a pleno para dentro de pocas semanas. Valses, mazurcas y otras alegres piezas musicales surgirán entonces de la compleja batería, para que todo retorne a la normalidad”.
Reconocimientos
Caben menciones especiales para el Dr. Carlos Mauricio Miramònt, por su inclaudicable tenacidad para traer a Ayacucho, este extraordinario elemento histórico. Para don Carmelo Cipolla, que durante muchos años lo puso en marcha y lo cuidó celosamente. A Rodolfo Piriz, su hijo Martín, y a quienes trabajaron en su recuperación. A quienes conformaron los planos directivos del Club de Leones de Ayacucho, los de ayer y los actuales, por cuidar celosamente tamaño testimonio del pasado nacional.
Durante estos días, el primer carrusel argentino está celebrando 75 años de existencia. Niños de todas las edades, acompañados por sus mayores, lo están utilizando a más no poder. Que más puede pedirse, ante esta extraordinaria manifestación de la infancia.

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