Escribe: Eduardo A. Volonté.-
Resulta difícil invocar el nombre del ex presidente constitucional Arturo Illia, sin asociarlo con la provincia de Córdoba.
Es natural que así ocurra, dado que allí transcurrió toda su extensa trayectoria política, llegando a ocupar sucesivamente los cargos de senador provincial, vicegobernador, diputado nacional y gobernador electo, además de recorrer todo el escalafón partidario.
Pero si bien Illia es identificado con Córdoba, su lugar de nacimiento es Pergamino, en la provincia de Buenos Aires, donde vio la luz el 4 de Agosto de 1900. Concluidos sus estudios primarios, se trasladó a Buenos Aires a proseguir el bachillerato en un colegio salesiano, para luego ingresar en la facultad de medicina.
Con su flamante título abajo del brazo, fue designado médico en los talleres ferroviarios de Cruz del Eje, en Córdoba.
Y allí decidió quedarse para siempre luego que el golpe de 1930 lo dejara cesante.
CASI VECINO
Pero lo que quizás no todos sepan, es que Arturo Illia pudo haber llegado al mundo en la vecina ciudad de Tandil.
En un extenso reportaje concedido a la revista “Panorama” allá por 1963, el propio Illia contó con lujo de detalles el proceso de instalación de sus padres en nuestro país.
Así lo relataba: “Mi padre, que murió en 1948, a los 90 años, era lombardo, de Samonaco, un pueblito cerca del Lago de Cómo, próximo al límite con Suiza. Llegó al país hace casi un siglo, cuando tenía 6 años, con mi abuelo, que tenía 30 o 35. Llegaron a Buenos Aires en un barco de vela, y aquí tomaron la “galera” que en 15 días los llevó al Tandil, que era una especie de fortín, con muchos criollos, muchos indios, algunos militares y muy pocos extranjeros. Todo era pampa, con hacienda sin dueño. Imagínese a esos dos italianos; que sabían de enlazar y bolear!…”
“Hicieron un corral, encerraron algunas vacas y fueron los primeros lecheros en Tandil. Todos los días mi padre iba al pueblo y llevaba 6 o 7 litros de leche, que repartía a los pocos, muy pocos, que tomaban leche en ese entonces, porque la mayor parte solo comía carne y tomaba vino…”
“Cuando mi padre tenía 8 o 9 años, un buen día se sublevaron los criollos, dirigidos por un curandero llamado Tata-Dios, y decidieron matar a todos los extranjeros. Y efectivamente los mataron a casi todos… Habrán sido 10 o 15. Mi abuelo vivía un poco alejado del pueblo; alguien le avisó y con mi padre se fueron a las sierras. Mi abuelo, después de ese episodio, decidió volver a Italia y allí se quedó.”
“”Pero mi padre, al cumplir 16 años, volvió solo a la Argentina. Empezó a trabajar como peón en la construcción de los ferrocarriles, ganando un peso por día. Con los centavos que pudo ahorrar, compró un campito en Pergamino, la ciudad donde yo nací. Poco a poco, tuvo vacas, fue sembrando trigo, y de todo…Allí nacimos todos.”
Sobre lo sucedido en Tandil, digamos que los hechos –más allá de algunas diferencias con el relato de Illia- ocurrieron en la madrugada del 1 de Enero de 1872, en la que un grupo de gauchos armados, al grito de ¡Viva la religión! ¡Mueran los gringos masones!, degollaron a un total de 37 extranjeros –en su mayoría vascos- que habitaban en Tandil y sus cercanías.
Tata-Dios, un curandero de creciente predicamento, llamado Jerónimo de Solané, afincado en una estancia de las cercanías, fue sindicado como el instigador de la masacre.
Apresado, fue asesinado misteriosamente en la cárcel. Algunos de los implicados fueron juzgados y luego fusilados. Pero las causas reales y profundas de esta masacre, lejos estaban de quedar dilucidadas con el sumario instruido.
Debieron pasar muchos años, para que los excelentes trabajos de investigación del historiador tandilense Hugo Nario, aportaran los móviles de aquel episodio. Pero todo esto es otra historia.
Digamos para concluir, volviendo al origen de éstas líneas, que así fue como el destino y la masacre atribuida a Tata-Dios, hicieron que Arturo Illia no naciera en Tandil.-