¿Y si tomamos unos mates…?

Generalizado con todo su poder el flagelo del Covid-19, entre las numerosas medidas que se adoptaron para combatirlo se “auto-prohibió” compartir el mate, dulce o amargo. Los empedernidos bebedores de esta infusión aún sufren ese “stop” en las comunes y muy frecuentes costumbres nacionales y no es para menos. No resulta nada fácil asimilar aquello de “discúlpame que no te convide, pero es por la pandemia, sabés…”. Y bueno, así se han dado las cosas. Según se cree, ese esperar a que el mate vuelva a circular de mano en mano y sin problemas habrá de prolongarse váyase a saber hasta cuando…

Lo cierto es que esta tradicional costumbre de tomar mate a toda hora, aún se encuentra bastante relegada. La posibilidad de un contagio a través de la bombilla está latente, y en ese quehacer abundan las disculpas de todo tenor. Cabe convenir que tomar mate en soledad es tan aburrido como “bailar entre hermanos”, según la añeja sentencia generada de cuando las reuniones bailables significaban la más importante reunión social en pueblos como el nuestro.

A propósito del mate, ¿alguna vez se preguntó porque se le llama así ?. Según se afirma, al llegar los europeos a estas tierras notaron que los nativos practicaban el ritual de juntarse a beber una infusión a la que los guaraníes llamaban «caiguá». Esta expresión deriva de los vocablos guaraníes «káa» (yerba), y “gua (agua), lo que traducido significa algo así como «agua de yerba».

La expresión «mate» nace del vocablo quechua «matí» (calabaza), que es donde se preparaba el mate que se tomaba a través de una cañita denominada «tacuarí», en cuyo extremo se colocaba una semilla ahuecada que hacía las veces de filtro.

Por extensión, los europeos copiaron de esta manera a la infusión elaborada a partir de la yerba (ilex paraguarensis). Estos tenían la creencia de que era una «hierba del demonio» por desconocer su práctica. Sostenían además que era una bebida de haraganes, ya que los nativos dedicaban varias horas por día a este rito.

La yerba mate debe su sabor amargo a los taninos de sus hojas, razón por la que hay quienes gustan de endulzarlo un poco, y la espuma que se genera al cebar es causa de los glicósidos.

Convengamos que el mate es algo más que una bebida. Es una tradición que vence las costumbres aislacionistas del criollo y empareja las clases sociales a través de los tiempos. Es el mate quien hizo la rueda de amigos, y no la rueda quien trajo al mate. Y no solo eso, también es un símbolo para todo aquel que se aleja de su país natal (Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile y Brasil) y encuentra en él una remembranza y un enlace con su tierra.

A propósito, ¿no me convidaría a tomar unos mates?. Para su tranquilidad le digo que tengo las tres dosis de la vacuna contra el Coronavirus; la antigripal y algunas más que no vienen al caso. Pensándolo mejor, dejemos la mateada hasta que soplen vientos sanitarios más propicios, aunque cuando en algún lugar se encuentran tomando mate, afloran de inmediato las ganas de compartirlo…

AGB