Escribe: Eduardo A. Volonté
En 1979 el alemán Michel Ende escribió una deliciosa novela titulada “La historia interminable”, que con justicia se convirtió prontamente en un éxito que aún perdura.
Pero más allá del título de este libro, quien sí realmente escribió un libro interminable de leer fue el francés Raymond Queneau en 1961.
Pero empecemos por el autor. Queneau nació en Le Havre el 21 de febrero de 1903. Estudió Letras y Matemáticas, y también fue novelista, poeta, dramaturgo y periodista.
Integró el grupo surealista y en 1938 ingresó a trabajar en la reconocida editorial Gallimard donde se desempeñó como miembro del comité de lectura y traductor de inglés, entre otras funciones.
Su vasta obra literaria incluyó 16 novelas, 10 libros de poesías, y una docena de ensayos y artículos.
Falleció en París el 25 de octubre de 1976.
EL LIBRITO
Volviendo a la obra que nos convoca, lo más insólito -si se quiere- es que el libro solo contiene diez páginas y diez sonetos.
Titulada “Cent Mille Milliards de Poèmes” (“Cien mil millones de poemas”) cada página tiene un soneto de catorce versos. Todos los sonetos mantienen la misma rima.
Cada hoja está cortada en catorce franjas horizontales, una tira por cada verso.
Esto permite que el lector pueda “armar” su propio soneto, tomando la primera línea de la página uno, la segunda línea de la página diez, la tercera de la página cinco, etc.
Es decir, cualquier línea de un soneto puede combinarse con cualquier otra de las nueve páginas restantes.
Y aquí entran las matemáticas para determinar cuántas maneras posibles de leer el libro existen.
Como las combinaciones posibles son entre diez sonetos de 14 versos, es decir 10 elevado a la 14, eso da… cien billones de poemas diferentes.
El propio Queneau hizo una estimación del tiempo que llevaría leer su obra: “Contando 45 segundos para leer un soneto y 15 segundos para cambiar las tiras durante 8 horas al día, 200 días al año, tendríamos más de un millón de siglos de lectura, y si leyéramos todos los días, los 365 días del año, tardaríamos 190.258.751 años (sin tener en cuenta los años bisiestos y otros detalles)”.
Como se ve, no es un libro para pretender leerlo en un rato.
El autor reconoció inspirarse en el libro “Têtes folles” –Cabezas locas–, un libro para chicos, anillado conteniendo 32 diseños de personajes cortados en tres tiras horizontales (cabeza, tronco y piernas) que pueden combinarse y armar diferentes figuras.
OTROS
Como un homenaje al autor y su iniciativa, al cumplirse el cincuentenario de su obra, la editorial Demipage convocó a diez escritores y escritoras para componer cada uno un soneto en las mismas condiciones que Queneau. Así surgió el libro “Cien mil millones de poemas. Homenaje a Raymond Queneau”.
Ya en este siglo, en 2012 el músico uruguayo Jorge Drexler, tecnología mediante, junto con Wake App, la compañía española de desarrollo de Apps, concretó “N”, un proyecto de tres “aplicanciones” como las denominó.
Los tres temas, “Habitación 316”, “Madera a la deriva” y “Décima a la décima”, según palabras del propio Drexler “están pensadas como si fueran “canciones líquidas”, las cuales se transforman y mutan. La idea es que las personas puedan jugar con estos elementos y encontrar nuevas formas y combinaciones. Cada canción es distinta, pero dentro de estas diferencias, todas son parte de una misma cosa”.
La posibilidad de combinar cada uno la letra de la canción lleva -por ejemplo en el caso de “Habitación 316” crear la canción dentro de 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000 de opciones (10 elevado a la potencia 27).
De Queneau a Drexler, con o sin tecnología de por medio, la creación artística sigue aportando su magia.-