Venderle a China

 

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

Casi con tanta relevancia como la propia reunión del G 20 realizada días atrás, el encuentro –cena mediante- entre el presidente de los EEUU, Donald Trump y el mandatario chino Xi Jinping acaparó la atención del mundo de los negocios y las relaciones internacionales.

La tregua acordada en su guerra comercial y de aranceles, parece abrir un nuevo escenario en el comercio mundial.

Lo que decidan las dos principales potencias mundiales no resulta indiferente al resto, en un mundo globalizado.

El posicionamiento de los EEUU como primera potencia mundial no es algo novedoso y puede rastrearse su origen a mediados del siglo XX y el fin de la segunda guerra mundial.

El surgimiento y afianzamiento de China en el escenario mundial constituye uno de los fenómenos más importantes e interesantes de la política internacional.

Por su magnitud demográfica –sus casi 1.400 millones de habitantes representan el 18 % del planeta-, por su escala económica –en 2017 el aumento de la economía china significó un aumento del 40 % de la economía global-, por su inserción en el comercio mundial, China es hoy un actor central del orden mundial del siglo XXI.

Muy lejos han quedado aquella China cerrada sobre sí misma, y aquellas imágenes del campesino chino con su típico sombrero de paja y su hoz recogiendo manualmente el arroz que garantizaba su penosa subsistencia.

Hoy todos quieren y aspiran a hacer negocios con China.

Estas páginas recogieron días atrás las declaraciones en nuestra ciudad del Secretario de Gobierno de Agroindustria de la Nación, Luis Miguel Etchevehere, quien resaltó los logros alcanzados con China: “firmamos varios acuerdos de carne, para caballos en pie, con una industria para desarrollar. Y también un acuerdo para abastecerlos de cerezas donde pensamos que dentro de 10 años generaremos 100 mil puestos de trabajo. Y también se suma al acuerdo por carne enfriada a China, donde se podrá venderle los cortes más caros”.

Un precursor 

Hoy casi todos parecen descubrir a China y su potencial como consumidor.

Pero hace ya 53 años, que un presidente argentino vislumbró ese potencial y concretó negocios en consecuencia.

Ese visionario fue Arturo Illia.

En 1964-65 el país tuvo una cosecha record de trigo, cuyo excedente las sociedades agroexportadoras pretendían colocar a una comisión mayor que las habituales.

Reunidos con el presidente Illia plantearon su exigencia de elevar la comisión del 1 al 2 %, augurando que si no se accedía, la cosecha “se pudrirá en los depósitos”.

No conmovió esta amenaza al presidente, quien luego de rechazar la pretensión, dio orden al Ministerio de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Comercio Exterior que intensifiquen sus gestiones para colocar en forma directa ese excedente.

Actuando sin prejuicios de tipo ideológico -en plena guerra fría- y en clara defensa del interés nacional se logró vender en primera instancia seiscientas mil toneladas de trigo pan -cantidad luego incrementada- a la China comunista, y se encontraba al momento del golpe de estado un avanzado convenio con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) muy favorable para nuestro país, pero que lamentablemente fue interrumpido y dejado sin efecto por la dictadura que lo derrocara.

Esa decisión de Illia no fue producto de la casualidad. Su gobierno se caracterizó desde su inicio por intensificar la venta de productos argentinos en el exterior, por abrir nuevos mercados, por no limitarse por barreras ideológicas impuestas por terceros en el marco de la guerra fría.

Así pudo mostrar en su mensaje de 1966 a la Asamblea Legislativa, como se logró revertir un crónico déficit en la balanza comercial, para lograr un saldo favorable de más de 1.000 millones de dólares.

Lamentablemente, el golpe militar encabezado por el General Onganía frustró por décadas la posibilidad de abrir nuestras exportaciones al mundo.-

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