Venderle a China

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

El surgimiento y afianzamiento  de China en el escenario mundial constituye uno de los fenómenos más importantes e interesantes de la política internacional  de los últimos años.

Por su magnitud demográfica – 1.400 millones de habitantes que representan el 18,25 % del planeta-, por su escala económica  -la segunda economía mundial por el volumen de su Producto Interno Bruto-  China es hoy un actor central del orden mundial del siglo XXI.

Muy lejos han quedado aquella China cerrada sobre sí misma, y  aquellas imágenes del campesino chino con su típico sombrero de paja y su hoz recogiendo manualmente el arroz que garantizaba su penosa subsistencia.

Hoy todos quieren y aspiran a hacer negocios con China.

Un precursor  

Hoy casi todos parecen descubrir a China y su potencial como consumidor.

Pero  hace ya 60 años, que un presidente argentino vislumbró ese potencial y concretó negocios en consecuencia.

Ese visionario fue Arturo Illia.

En 1964-65 el país tuvo una cosecha record de trigo. En 1964 llegó  a los 7,6 millones de toneladas, un aumento del 53 por ciento sobre el año 1963.

Este  excedente las sociedades agroexportadoras  pretendían colocarlo a una comisión mayor que las habituales.

Reunidos con el presidente Illia plantearon su exigencia de elevar la comisión del 1 al 2 %, augurando que si no se accedía, la cosecha “se pudrirá en los depósitos”.

No conmovió esta amenaza al presidente, quien luego de rechazar la pretensión, dio orden al Ministerio de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Comercio Exterior que intensifiquen sus gestiones para colocar en forma directa ese excedente.

Actuando sin prejuicios de tipo ideológico -en plena guerra fría- y en clara defensa del interés nacional se logró vender en primera instancia seiscientas mil toneladas de trigo pan -cantidad luego incrementada- a la China comunista, y se encontraba al momento del golpe  de estado un avanzado convenio con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) muy favorable para nuestro país, pero que lamentablemente fue interrumpido y dejado sin efecto por la dictadura que lo derrocara.

Comerciar con todos

Esa decisión de Illia no fue producto de la casualidad.  Su gobierno se caracterizó desde su inicio por intensificar la venta de productos argentinos en el exterior, por abrir nuevos mercados, por no limitarse por barreras ideológicas impuestas por terceros en el marco de la guerra fría.

Su Plataforma Electoral propiciaba mantener  “Relaciones comerciales con todos los países”.

En la Asamblea Legislativa el día que asumiera, Illia sostuvo “Debemos tener en cuenta que la paz ya no consiste sólo en el equilibrio de poder de las grandes potencias, sino también en dar a la naciones sin desarrollo las oportunidades y los medios para hacer desaparecer la tremenda humillación de su desigualdad y de la miseria en que viven sus habitantes. Para universalizar la paz hay que universalizar el progreso y el bienestar.”

En enero de 1966  el Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería,  Walter Kugler, viajó a China especialmente invitado y allí concretó un intercambio de notas reversales -como se las denomina en términos diplomáticos-  por las cuales el Ministro de Asuntos Económicos le confirmaba el deseo de su gobierno que técnicos chinos viajen a Argentina para estudiar aquí distintos aspectos de la producción agropecuaria y ofrecía recibir allá a profesionales argentinos.  También hablaba de incrementar el intercambio comercial entre ambos países.

Lamentablemente, el golpe militar encabezado por el General Onganía frustró por décadas la posibilidad de abrir nuestras exportaciones al mundo.-