Unamuno y el ¡Viva la Muerte! [1]

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

Si hay que ponerle una fecha de inicio a la guerra civil española, esa es el 17 de julio de 1936 con el alzamiento contra la Segunda República, de las tropas nacionalistas comandadas por los Generales Emilio Mola y Francisco Franco en Melilla, en el norte africano.
Pero sin duda que los motivos y circunstancias políticas que generaron que España se desangre por casi tres años en una brutal guerra civil, deben buscarse años antes.
Podría hacerse referencia a 1923 con el golpe de estado y la dictadura del General Primo de Rivera, o a 1931 con la proclamación de la Segunda República, o incluso a otros episodios de aquellos turbulentos años.
Pero estas líneas no pretenden adentrarse en ese tan fascinante como complejo proceso político, sino rescatar una actitud de un hombre mayor, un discurso que tuvo un valor profético y simbólico que vale la pena recordar.
El hecho ocurrió en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 durante la celebración del día de la Raza.
Miguel de Unamuno era el Rector de esa Universidad y había apoyado en sus comienzos el levantamiento franquista, para luego virar a posiciones críticas al mismo, como también hacia el bando republicano.
La ceremonia contaba con la presencia de personalidades del mundo intelectual y militar, incluida la esposa de Franco, Carmen Polo, el Obispo de Salamanca, y el General José Millán Astray, fundador de la Legión Española.
Durante las encendidas exposiciones, hubo alguna de ellas contra vascos y catalanes.
En un ambiente por demás caldeado, tomó la palabra el General Millán Astray quien redobló el ataque a Cataluña y las provincias vascas, describiéndolas “como cánceres en el cuerpo de la nación” y prometiendo su extirpación.
Los gritos de los legionarios que lo acompañaban no se hicieron esperar, un estentóreo ¡Viva la muerte! fue seguido por la consigna falangista ¡España!, ¡Una!, ¡España!, ¡Grande!, ¡España!, ¡Libre!, a la que el General con su único brazo saludaba al estilo de Hitler y Mussolini.
Unamuno, como buen vasco, no podía dejar pasar esas palabras. Y no lo hizo.
Había estado tomando notas, y fuera de todo protocolo se dirigió al estrado y pronunció las palabras que quedarían para siempre.
¿Lo dijo, no lo dijo?

Aquí es necesario efectuar una aclaración.
No quedó registro grabado de sus palabras que fueron improvisadas y basadas en las notas tomadas a lápiz en el reverso de una carta que días atrás le había escrito Enriqueta Carbonell.
Hasta hoy en día se discute si Unanumo pronunció las palabras inmortalizadas, si los hechos ocurrieron como lo ha reflejado gran parte de la bibliografía.
Severiano Delgado Cruz, bibliotecario de Salamanca, publicó en mayo de 2018 un ensayo donde niega los dichos de Unamuno, y atribuye el texto a Luis Portillo que habría publicado su propia versión en diciembre de 1941 en la revista Horizon, de donde lo tomara Hugh Thomas para su obra sobre la guerra civil española y lo hiciera masivo en su difusión.
Si bien es verdad que no hay manera de conocer la “literalidad” del discurso de Unamuno, palabras más o menos, el espíritu y ejes del discurso son veraces. Como también lo es la reaccionaria mentalidad y agresividad de Millán Astray y los falangistas y su culto necrofílico.
Seguramente las versiones circulantes de las palabras de Unamuno contengan frases no pronunciadas e incorporadas en función de darle un mejor vuelo literario, en desmedro de la espontaneidad y crispación del momento vivido.
Más más allá de esto, vale la pena reproducir una de las versiones de los dichos de Unamuno, sabiendo que el sentido de sus palabras se ajusta a la realidad y a las acotaciones anotadas por el propio Unamuno.
Pero dejemos para la próxima semana la memorable respuesta de Unamuno.-

(continuará)

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