Una necesidad pendiente

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

“La sociedad argentina tiene conciencia de que solamente puede emerger de la crisis marchando hacia delante”, así empezaba el 16 de abril de 1986 el Presidente de la Nación Raúl Alfonsín su mensaje en la ciudad de Viedma anunciando su decisión de impulsar un proyecto de ley para el traslado de la Capital de la República.

El lugar elegido eran las márgenes del curso inferior del Río Negro, comprendiendo la ciudad bonaerense de Carmen de Patagones y la rionegrina de Viedma.

Ese anuncio era el fruto de un meditado análisis y de un trabajo interdisciplinario que abordara los múltiples aspectos que una decisión de esta envergadura implica, realizado casi milagrosamente en el más estricto secreto.

No obstante, el anuncio, pensado para realizarse el 22 de abril en el aniversario de Viedma, debió se anticipado por una filtración que motivó la tapa del Clarín del domingo 13 de abril.

El responsable de la primicia, el periodista Omar Livigni, así lo relató: “Había un conjunto de indicios que se venían gestando durante febrero y marzo en el mayor sigilo, pero que posibilitaron conocer de qué se trataba. Una noche estaba en una reunión, en el domicilio del empresario Alberto Andría, donde el gobernador rionegrino Osvaldo Alvarez Guerrero dejó trascender el proyecto de traslado. El propio gobernador me pidió reserva, pero yo mandé una nota al diario a fines de febrero, contando lo poco que se sabía; desde Buenos Aires me contestaron que era un tema muy fuerte para publicarlo sin tener total confirmación”.
“Pasaron las semanas y el material no se publicaba, hasta que el día 11 de abril, en una reunión de gobernadores en Posadas el tema volvió a filtrarse y el corresponsal de Misiones también avisó a la redacción; al día siguiente, sábado, me llamó Joaquín Morales Solá, por entonces prosecretario de Clarín para avisarme: la noticia sale mañana, en tapa y las páginas dos y tres”.

HACIA EL MAR, EL SUR Y EL FRÍO

Ante esto, los tiempos se aceleraron y Alfonsín debió entregar el día 16 a los gobernadores Armendáriz y Álvarez Guerrero copias del proyecto y hacer el anuncio desde el balcón del ministerio de Economía en Viedma.

Desde allí lanzó su convocatoria a conquistar el sur, integrar el país y refundar el federalismo desvirtuado por el centralismo emanado desde Buenos Aires desde el comienzo mismo de la historia patria. Basta solo recordar los memorables debates sobre la capitalización de buenos Aires allá por 1880.

No era nuevo el tema, siempre hubo en la historia argentina propuestas e intenciones de concretar ese necesario traslado, pero nunca se había llegado tan lejos en la decisión y confección global del proyecto. Sin duda que era esta decisión una de aquellas medidas que pretenden dar un cambio radical en la historia de un país.

No era una medida aislada, sino que se pretendía integrarla con una reforma constitucional que atenúe el presidencialismo, la reforma del estado, la descentralización, el fortalecimiento de las autonomías y regiones, una real distribución equitativa del ingreso nacional y una efectiva integración territorial, la conformación de lo que se dio en llamar la Segunda República.

El 8 de julio de 1986 el Poder Ejecutivo enviaba al Senado el proyecto de ley, que finalmente sería aprobado en Diputados el 27 de mayo de 1987 y convertido en la ley 23.512.

El final de la historia es conocido. El proyecto, como tantos otros, solo quedó en los papeles, las leyes, y las intenciones.

Una conjunción de factores, donde se pueden señalar la crisis económica, la solapada oposición de los intereses económicos portuarios, la burocracia en la elaboración y concreción de los proyectos, las pujas políticas, quizás una errónea comunicación del tema, fueron aportando lo suyo para que la derrota electoral de 1987 hiriera de muerte al proyecto.

La propuesta de Alfonsín no pudo ser. Pero ello no implica que las causas profundas que la impulsaran hayan dejado de existir. Al contrario. El paso del tiempo fundamenta aún más esa necesidad estratégica nacional, que es de esperar que alguna vez, otras generaciones de argentinos vean concretada para bien del federalismo y el desarrollo integral y armónico de la Argentina.-