Un simple atardecer…

Solo se necesitó una simple detención en algun lugar de la ruta, para quedarse absorto, ensimismado en semejante regalo otorgado gratuitamente por la naturaleza. Horas del crepúsculo, cuando al atardecer le aparecen las primeras ojeras. Nuestro fotógrafo captó esta melancólica imagen con la lente enfocada hacia el poniente; con los últimos estertores del sol.
Cabe imaginar semejante paisaje matizado convenientemente por las diversas tonalidades rojas, ocres y amarillas. Entre semejante amalgama de pinceladas, cobran valor esos instantes en que solamente habla el silencio, después de las agitadas horas de un día que se desvanece lenta, inexorablemente, en esa milenaria procesión entre el ser y no ser.
Cuantas veces y en procura de no perderle pisada al vertiginoso tráfago del diario convivir, dejamos pasar esos instantes de calma y quietud, donde al solo influjo de un atardecer cualquiera es posible dejar volar la imaginación y en todo caso, poder brindarle al espíritu el merecido sosiego a través de la contemplación de un atardecer como éste…

 

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