Escribe: Eduardo A. Volonté.-
Se cumplirán el 20 de junio, 204 años de la desaparición física de aquel multifacético argentino, que como bien lo definiera Félix Luna, “puso al servicio del naciente país su talento de economista, la visión jurídica que le dio su formación como abogado, su prudencia de gobernante, su austera y valiente condición de improvisado militar, su discreción como diplomático”.
Porque Manuel Belgrano fue por encima de todo, un patriota dispuesto a darlo todo sin vacilar, en beneficio de su patria.
Su nombre abarca algo más que una década de nuestra historia, que comienza un poco antes de los acontecimientos de la Revolución de Mayo y se cierra junto con el final de su vida, en los prolegómenos de la guerra civil.
Y precisamente como un símbolo de los tiempos que seguirían a su muerte, aquel 20 de junio de 1820, pasa también a la historia como “el día de los tres gobernadores”.
Seguramente el recordar cualquiera de los variados aspectos o actividades desarrolladas por Manuel Belgrano, daría lugar al justo homenaje que permanentemente su obra merece, y que a veces queda limitada solo a su circunstancial pasado como militar de la Nación.
La trayectoria de Belgrano al servicio de la patria es mucho más que habernos legado la bandera. Y sería mucho lo por decir sobre su polifacética trayectoria.
Pero hoy solo nos detendremos en aquella inmortal e inspirada decisión, cuando estando al frente de las baterías “Libertad” e “Independencia”, en Rosario, decide que –según sus propias palabras- “siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional”.
Y desde aquel 27 de febrero de 1812 hasta nuestros días, aquellos colores conforman la mejor síntesis y la expresión más alta y acabada de todo lo que nuestra patria contiene y representa.
Porque esta bandera legada por Belgrano es la esencia misma del país, es el símbolo que nos recuerda permanentemente que por encima de todos los avatares o circunstancias se encuentra este patrimonio común que es la Nación.
Y porque en momentos de confusión o duda se hace necesario mirar hacia el pasado, es que el país necesitará siempre hombres de la talla moral de Belgrano, por eso afirmamos que su vida lejos del lujo y la soberbia, su vocación nacional solo guiada por su amor a la Patria, son verdaderos ejemplos a seguir por todos los argentinos sin distinciones.
Que el sentido recuerdo de su desaparición en medio de una limpia y honrosa pobreza iluminen a los argentinos, para que todos podamos elevar la mirada con orgullo hacia esa prenda de unión que con los colores celeste y blanco nos dejara Manuel Belgrano.-