Nacido un 28 de julio de 1955 en el seno de una familia de humildes recursos del tradicional barrio porteño de Mataderos, el pequeño Ubaldo Néstor Sacco se vio envuelto en el universo del boxeo desde sus más tiernos años, siguiendo los pasos de su progenitor, Ubaldo Francisco Sacco, quien ofició de entrenador y guía en sus inicios pugilísticos. Con un estilo elegante y depurado, complementado por una pegada explosiva y demoledora, el joven Uby rápidamente se convirtió en una atracción imperdible para los aficionados locales.
En los albores de la década del ochenta, comenzó a cosechar sus primeros grandes éxitos sobre el ring, arrebatando los prestigiosos cinturones argentino en 1981 y sudamericano welter junior de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en 1982, al vencer por la vía rápida a su compatriota Roberto Alfaro. No obstante, su gran consagración tendría lugar el 15 de diciembre de 1984 en Fort Worth, Texas, cuando se vio las caras con el local Gene Hatcher por la codiciada corona mundial superligero de la AMB. En un auténtico y vibrante choque de titanes, Sacco demostró su calidad superlativa y su implacable contundencia, venciendo a su adversario por la vía del nocaut técnico en el octavo asalto, convirtiéndose así en el nuevo y legítimo monarca del mundo.
Este triunfo apoteósico lo encumbró a la cima del boxeo mundial y desató la locura colectiva en las calles marplatenses, con una multitudinaria recepción popular desde los balcones de la Municipalidad de General Pueyrredón. Miles de fervientes seguidores aclamaron a pleno pulmón al nuevo campeón mundial, quien ingresaba al Olimpo de los ídolos deportivos marplatenses junto a figuras inmortales como Guillermo Vilas y José María Minella.
Lamentablemente, el reinado de Sacco resultó ser efímero. Los fantasmas de las adicciones, su carácter complicado y las malas compañías comenzaron a socavar aquel logro icónico. En su primera defensa titular dejó el codiciado cinturón en manos del italiano Patrizio Oliva en Montecarlo, perdiendo la corona por puntos en quince agotadores asaltos, sin haber realizado la preparación adecuada. Nunca más volvería a boxear tras aquel duro revés.
A partir de ese trágico momento, su vida se convirtió en un auténtico calvario signado por los excesos, la violencia callejera y las estadías carcelarias. Un confuso incidente protagonizado con un marinero a la salida de un cabaret de la ciudad, que incluyó una gresca a golpes de puño, lo dejó malherido con tres puntazos en distintas partes del cuerpo. Finalmente, una meningitis y un tumor nasal maligno terminaron por derribarlo física y anímicamente por completo.
La impecable técnica y el estilo cautivador de Ubaldo «Uby» Sacco siguen prendidos con fuerza en la memoria colectiva de los amantes de este noble deporte. A pesar de los pesares, de los múltiples reveses que debió enfrentar, logró alcanzar la cima del boxeo mundial valiéndose únicamente de su tremendo talento innato y su inquebrantable pasión por los puños, aunque su fulgor haya sido finalmente truncado de manera abrupta por su propia tormentosa existencia. El resplandor de Sacco fue intenso pero fugaz, sin embargo, su legado permanece imborrable en los anales del boxeo argentino.
NMDQ