Similar a un soplo de vida…

El miércoles por la noche, durante la cena de camaradería organizada por la comisión directiva de la Cámara de Comercio, Industria y Producción, en la confitería «La Buen Gusto», se produjo un caso que no pasó desapercibido para los memoriosos; menos para quien escribe.
Para revestir el artículo de manera conveniente, debemos remontarnos a los finales de la década de 1950 y principios de 1960, cuando ese salón se conservaba inalterable y en pleno apogeo en cuanto a su estructura edilicia y «ropaje» interior.
Entre aquel desaparecido mobiliario, cabe recordar el «piso de madera» ubicado sobre el bar de la confitería «El Buen Gusto» (tal su primitiva denominación), donde actuaban las orquestas y otros artistas que animaron inolvidables reuniones bailables que debido a los numerosos asistentes, se proyectaban hacia la calle.
Pues bien, sobre ese «tablado» cabe recordar a la orquesta «Tropical Serenaders» que dirigía el profesor Miguel Angel Velazco. Los jóvenes de aquel entonces, escuchábamos extasiados los extraordinarios rasguidos de la primera guitarra eléctrica que conoció Ayacucho, de plástico color blanco para más datos. Debido a la capacidad interpretativa de José Luis Murgier (Pocho), se deslizaban por todos los vericuetos del salón y hacia la calle, temas como «De Buen Humor», «Brasil», «Noche y Día», entre otros.
Han transcurrido aproximadamente seis décadas desde aquellos encuentros bailables, y anoche, por la maravillosa sugestión del paso de la vida, José Luis Murgier (hijo), en ese sitio pero unos metros más abajo, estuvo cantando acompañándose con una guitarra eléctrica técnicamente diferente a la de su padre, pero guitarra al fin.
Los memoriosos, entonces, nos dimos a recordar aquelllos buenos tiempos y éstos. Sin el menor ánimo de hacer comparaciones, el caso fue que padre e hijo actuaron en ese lugar, uno sobre el piso de madera y el otro sobre un basamento de material, pero ese es el sitio y no otro. Que extraña y sublime coincidencia.
El caso puede parecer intrascendente; carecer de importancia, pero para quienes hace 60 años escuchábamos embelesados a José Luis Murgier (padre), y anoche a José Luis Murgier (hijo), ¡vaya si tiene gravitación ese pasaje de vida, similar a un soplo!.

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