Semana de Salud Mental.. Miedos, angustia y ansiedad

Cuando cualquier ser vivo tiene que enfrentar o huir ante una amenaza externa , todo su organismo se pone alerta, preparándose para la acción. Aparecen una serie de cambios en el funcionamiento corporal tales como aumento del ritmo cardíaco, cambios en la tensión arterial, tensión muscular, sudoración, etc. que no son más que respuestas adaptativas normales y saludables ante una amenaza exterior.
El miedo se puede considerar como una reacción normal frente a peligros o amenazas que vienen del exterior y que son claramente reconocidos por el individuo, la angustia aparece como un sentimiento aparentemente inmotivado y en la mayoría de los casos independiente de las circunstancias objetivas externas.
Hay estados de angustia que son considerados normales y que están asociados a la aparición de circunstancias vitales adversas como pérdidas o separaciones de seres queridos y pueden ser entendidos como el comienzo de un proceso adaptativo saludable.
La angustia hace referencia a una sensación corporal, opresiva, sobrecogedora, que llega a «encoger» el pecho o el estómago, el temor a morir o enloquecer lentifica el paso del tiempo así como inhibe a la persona. HAY “DOLOR”.
La ansiedad sería una sensación mental, sobresalto y desasosiego mantenido, el tiempo aparece como acelerado mientras se teme que cualquier cosa negativa pueda ocurrir, se siente continuamente en tensión y con «necesidad de aire». “Deme Ya”!!
Cierto grado de ansiedad es necesario para hacer frente a las exigencias de la vida diaria, principalmente para la adaptación ante el estrés. Este nivel de ansiedad permite mejorar el rendimiento personal, se presta mayor atención, se está «motivado», pero cuando supera un cierto límite aparece un estado de malestar y el rendimiento se deteriora, se queda con la mente en blanco o se bloquea en la acción. Si este estado se mantiene aun sin demandas exteriores es cuando hablamos de ansiedad patológica.
EL “ATAQUE DE PÁNICO” es la aparición más o menos repentina, muchas veces sin motivo aparente, de una sensación de miedo intenso acompañado de un importante malestar corporal y una serie de síntomas que pueden variar de acuerdo a cada persona. Estos síntomas pueden ser muy similares a los que se experimentan tras un susto o amenaza externa. Es una respuesta corporal que salta ante una señal de alarma de forma automática en situaciones normales y no peligrosas.
La Asociación Psiquiátrica Americana (APA) sugiere que para su diagnóstico deben observarse cuatro o más síntomas del siguiente listado:
1.- Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca.
2.- Sudoración.
3.- Temblores o sacudidas.
4.- Sensación de ahogo o falta de aire.
5.- Sensación de atragantarse.
6.- Opresión o malestar toráxico.
7.- Nauseas o molestias abdominales.
8.- Inestabilidad, mareo o desmayo.
9.- Sensación de que el mundo de alrededor ha cambiado o es irreal en algún
sentido, o de que la persona se encuentra como separada de sí misma.
10.- Miedo a perder el control o volverse loco.
11.- Miedo a morir.
12.- Sensación de entumecimiento u hormigueo en diversas partes del cuerpo.
13.- Escalofríos o sofocamiento.
La crisis suele comenzar de forma brusca, alcanzando su máxima intensidad a los diez minutos o menos. No necesariamente debe existir una situación amenazante o un desencadenante claro, pudiendo encontrarse la persona más o menos tranquila en los momentos previos o incluso dormida. Además de aparecer algunos de los síntomas corporales de los listados anteriores y que varían de persona a persona, este estado va acompañado de una intensa sensación de peligro, muerte inminente y la imperiosa necesidad de pedir ayuda o escapar.
Todos los pacientes han descripto el ataque de pánico como un miedo intenso, sensación de estar a punto de morir o sufrir un infarto o «derrame» cerebral, o bien perder el control o «volverse loco». Esta sensación y los síntomas corporales que la acompañan hacen que se tienda a escapar de la situación o lugar donde se encuentra y también, a buscar ayuda médica de urgencia. La crisis llega a su pico máximo aproximadamente a los diez minutos, cuando llegan a la guardia los síntomas se han calmado mucho o han desaparecido, no encontrándose nada extraño al ser atendidos. Es frecuente que quede un estado de cansancio o desgano que puede durar horas.
La ansiedad anticipatoria es un estado secundario a un ataque de pánico. Aunque no sufra un nuevo ataque, vive atemorizada por la posibilidad de que se repita. En algunos aparece tras una o dos crisis, mientras que otros no llegan a desarrollarla, incluso tras frecuentes crisis.
Es como un estado de «miedo al miedo», que puede ser muy limitante. Se está permanentemente pendiente de sensaciones corporales y alerta ante posibles señales de aviso que anuncien la proximidad del ataque de pánico. Esto genera una importante tensión diaria, un estado de vigilancia extrema y continua para no ser sorprendido por la crisis.
Pensamos que hay que diferenciar la ANSIEDAD GENERALIZADA de los ATAQUES DE PANICO, esta se presenta de forma continua y no con picos o episodios de crisis. Se vive en un estado continuo de tensión y nerviosismo, con preocupaciones asociadas a situaciones o acontecimientos relativos a dificultades económicas, laborales o familiares, enfermedades, accidentes,pronosticados como desfavorables y que se viven de manera dramática.
Hay mal humor, nervios, insatisfacción e irritabilidad. La tensión constante produce contracturas musculares generando dolores, sobre todo en la espalda, cabeza y cuello. Aumento de la sudoración (manos), tendencia a “ponerse colorado”, sequedad o excesiva salivación, molestias en la garganta y estómago, nauseas, eructos, necesidad de orinar con frecuencia, ligera diarrea, temblor y agitación interna. También pueden presentarse dificultades de sueño, así como sensación de cansancio durante el día, cambios en el apetito y en el deseo sexual, y dificultades en la atención y la memoria.
Estas dos alteraciones descriptas son plausibles de tratamiento tanto psicoterapéutico como farmacológico, habiendo comprobado que se potencializan al e realizarse conjuntamente. Y dentro de las psicoterapias no solamente la individual, hemos desarrollado con otros integrantes del Equipo de “Utopías” grupos terapéuticos que apuntan a estas patologías específicamente y hemos obtenido excelentes resultados.
A partir de lo descrito en los párrafos anteriores podríamos concluir que sentirse ansioso, angustiado o temeroso puede ser parte de un proceso normal y saludable para el ser humano, pero si estas sensaciones se hacen permanentes y comienzan a limitar las posibilidades o la calidad de nuestras vidas, puede ser un buen momento para solicitar ayuda profesional ya que no siempre estas dificultades se pueden superar solo o contando “solamente” con familiares y amigos.
Dr Roberto Berkunsky. Médico Psiquiatra

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