Salvar la rueda del viejo molino…

Según se informara por los medios, el domingo 1º de Septiembre y en torno al mediodía habrá de concretarse el acto oficial por el «Día de la Industria», organizado por la Cámara de Comercio, Industria y Producción, en el Complejo Recreativo y Deportivo Comunal del Club Independiente.
No es casual que ese encuentro para el que está invitada toda la comunidad, se lleve a cabo en ese lugar. Habrá de recordarse a quien fuera pionero industrial en Ayacucho. Nos referimos a Juan Labat, quien en el año 1876 habilitara en ese lugar el molino harinero «San Juan», que tanto predicamento tuvo en nuestra incipiente comunidad, con justificada proyección interlocal debido a fue el tercero con esas caracteristicas que se instaló en la provincia de Buenos Aires.
No viene al caso ahora recordar la muy abundante historia de ese establecimiento, del que aún quedan algunos cimientos y la rueda abandonada a un costado, cuyo movimiento impulsado por el agua del arroyo «Tandileofú», movía los engranajes convenientes para la molienda. A modo de acotación, la construcción de la casona fue ordenada por Juan Gil, uno de los propietarios que precedieron a Juan Labat, en el año 1905.
Pues bien, la idea de éstas lineas es no desviarnos demasiado de la rueda metálica que al construirse el actual albergue, fue desplazada de su sitio, aparentemente a la espera de la oferta de algún chatarrero. Cabe recordar que ese elemento fue declarado «De Interés Histórico Municipal»; no es cualquier cosa. Es un emblema de valor incalculable para la historia ayacuchense, y precisamente para la industria.
En los últimos tiempos ha circulado con bastante profusión el comentario sobre la posibilidad de generar energía eléctrica a través de la incorporación de la rueda metálica, mediante las instalaciones de elementos convenientes. En síntesis, para «alumbrar» los edificios y gran parte del complejo turístico.
Lo cierto es que pasa el tiempo y nada se mueve; ni la entidad dueña de casa, el municipio, y menos la comunidad a través de sus entidades afines. Todo se diluye en promesas y posibilidades.
En realidad, ese proyecto que según comentarios se impulsaría a través de la Escuela de Educación Técnica Nº 1, que precisamente lleva el nombre de Juan Labat, poco importa actualmente según corren los tiempos y las posibilidades. Sí interesa que con muy poco, casi nada, esa rueda puede ubicarse en su primitivo sitio sin demasiado esfuerzo. Bastaría una máquina municipal apropiada y pocos hombres que la restauren previamente.
Si alguna vez en este bendito país soplan mejores vientos, se podría encarar ese proyecto. Lo que importa aquí y ahora es levantar la rueda para que el abandono no la destruya del todo; colocarla donde debe estar. Unos cuantos ayacuchenses estamos hartos de «haber visto y seguir viendo» como se han ido destruyendo irrecuperables emblemas de nuestra historia, en la mayoría de los casos injustificadamente. La rueda del viejo molino es uno de los últimos elementos que nos queda; salvemoslá ahora, antes que sea demasiado tarde.
AGB