Por: Oscar Filippi
Estas líneas están dedicadas a todos los submarinistas que he conocido durante todos estos años, a sus Veteranos de Guerra, a los que día a día hacen del Comando de la Fuerza de Submarinos, un orgullo de la Armada y de todos los argentinos. En especial, a los 44 Camaradas que forman la tripulación en “Eterna Patrulla” del ARA “San Juan”.
Mucho se ha escrito sobre el naufragio del ARA “San Juan”, muchos se han atrevido a opinar sobre la vida en un submarino y han arriesgado hipótesis sobre lo sucedido.
En todas ellas casi siempre, las ideas preconcebidas de los “opinadores de todo”, los han llevado a falsear y a exagerar los hechos, en busca quizás de responsables y no de causas. Son solo ellas, las causas, las que sirven para prevenir a futuro.
La verdad es que, sin embargo, los 44 marinos que embarcaron a bordo del ARA “San Juan”, eran solo hombres y una mujer con “vocación de servicio” y con una misión a cumplir, con una herramienta que el Estado provee para el servicio de la Patria misma.
Ahora, transcurridos tres años de aquella amarga noticia, solo quiero hablar de las ausencias, de esas mismas que paradójicamente, llenan el alma, precisamente por no estar.
Ha llegado la hora de valorar la acción de los submarinistas argentinos, lejos de las pasiones y de razones infundadas, para situarlas como debe ser, fieles a la tradición y normas de su propio Comando, a la ética y al silencio de su propia tarea.
Espero que estas líneas aporten a este objetivo. El cumplimiento del deber y el servicio a la Patria, fueron los nobles impulsos que motivaron a estos 43 hombres y la única mujer en su Plana Mayor, a zarpar en esa última singladura.
Para quienes no hayan navegado nunca en un submarino, les será difícil hacerse una idea lo que representa vivir durante días, quizás semanas, dentro de un estrecho tubo, en medio de una atmósfera viciada y húmeda. Afortunadamente, cuando el submarinista acepta de buen grado, estos inconvenientes y se habitúa a ellos, llega a parecerle algo normal. Se va acostumbrando a la rutina diaria de tal modo que, al fin y sin que él mismo se dé cuenta, se convierte en un perfecto submarinista y considera la navegación bajo la superficie del agua como la mejor forma de viajar en los mares.
Pero hoy más que nunca, son sus ausencias las que golpean el muelle, 43 hombres y una mujer, todos jóvenes y con futuro. Todos hicieron sus carreras con tenacidad y esfuerzo personal. Todos, entre las edades que, mis propios hijos tienen hoy.
Sabemos por el mero transcurso del tiempo y de otras ausencias que hoy se suman a estas, que la vocación militar conlleva riesgos y se aceptan. Pero eso mismo no impide hoy, sentir dolor. Quizás más porque de él, parece nadie se ocupa. Son estas 44 vidas jóvenes las que hoy golpean en ausencia, el alma de este viejo Corresponsal.
En este domingo, en el que muchos discursos serán pronunciados, solo pido que, en el respetuoso silencio de la inmersión misma, elevemos una oración a nuestra Madre, Stella Maris, para que guíe sus almas y encuentren la ría en la que para siempre ancló el Almirante Brown, ellos fueron, la expresión moderna de su propio legado.