Pablo armó su rincón de arte entre los bosques y el mar

– Por Pablo Quiros
Docente rural y periodista, Pablo Franco nació en Ayacucho pero vive en la ciudad costera de Mar Azul, donde además de ser escritor fundo su propia editorial, y hace unos años abrió un local donde conviven la gastronomía y la cultura

El extraño que vagaba por las calles ya cumplió 50 años
El marco parece casi ideal: un paraíso donde la superficie boscosa le viene ganando al desmonte, y la playa parece infinita. Son los dos grandes rasgos de Mar Azul, un pueblo turístico que ofrece a los visitantes una opción mucho más cercana a la naturaleza que la de su casi vecina y populosa Villa Gesell.

En esta pequeña ciudad con un centro mínimo, casas bajas, cabañas de madera, calles donde dominan la tierra y la arena, algunos negocios, locales de artesanías y proveedurías, donde viven no más de 5 mil personas, que aumentan en el verano por la afluencia de los turistas, la actividad artística y cultural viene creciendo en forma sostenida, y atrae a habitantes de otros lugares del país dispuestos a renunciar a algunas comodidades pero ganar en contacto con lo natural.

Con este panorama se encontró seguramente Pablo Franco, un bonaerense de 43 años, oriundo de la ciudad de Ayacucho (a 200 km de Buenos Aires), que en un par de vacaciones se vio atraído por este lugar y decidió mudarse y armar una nueva vida, generando proyectos relacionados con la gastronomía y la cultura.

Junto a su compañera Teresita Olhaberry, también de Ayacucho, descendiente de chacareros de siembra, y artista plástica, y su pequeño Lucas de dos años, Pablo Franco – periodista, docente y editor- es el propietario de “La Zorra”, un bar-restaurant y centro cultural que de a poco se fue convirtiendo en cita obligada de quienes visitan Mar Azul.

Nacido en una ciudad eminentemente rural, Pablo cuenta que “mi familia, mis bisabuelos y sus padres vivieron en los campos de Ayacucho, siempre dedicados a las tareas rurales, como peones de campo. Y por el lado paterno, en el pueblo, siempre en alguna actividad relacionada al campo. Eran todos gente de trabajo y muy humildes, de familias numerosas”.

Ya egresado del secundario, Pablo se fue a Mar del Plata a estudiar letras, y al volver a su ciudad, comenzó a transitar la ruta del periodismo. “En Ayacucho – comenta -edité un periódico que se llamaba Lateral y una revista que se llamó Yerba Mate. Eran de opinión y siempre referidas a la gente del pueblo”.

Cuenta que “desde joven trabajé en el periodismo y me gustaba mucho leer” pero Pablo también incursionó durante varios años en la docencia en el ámbito rural . De esa experiencia resalta que “siempre enseñé literatura en las escuelas rurales. Es una experiencia increíble, que te da un trato muy distinto con la comunidad. Le enseñamos a gente con muchas necesidades, porque en general son los hijos de los peones rurales, la gente más humilde del campo”.

Mientras trabajaba en un restaurante de Ayacucho (de algún modo el antecedente de lo que vendría después en Mar Azul) Pablo se familiarizó con las delicias de la cocina. Así, dice que “allá hacíamos muchos platos en base a la carne, y acá, cerca del mar, me empecé a acostumbrar a otras variantes, como el pescado”.

Inquieto por las letras, cuenta que “mientras hacía periodismo armé el germen de una pequeña editora llamada Cruz Editorial. Esto comenzó en 2016, y ya llevamos seis libros publicados, de autores como Cipriano Lavalla, Pablo Solo Díaz, Huberto Cuevas Acevedo y Juan Pablo Trombetta.

Franco además es autor de un libro ilustrado por Lautaro Fiszman, sobre el Lobizón, “y en el que tratamos de contar historias sobre el séptimo hijo compiladas por antropólogos y distintos autores, pero contadas como un cuento casi infantil” y también hice un diario sobre el trabajo en la cocina, que se titula “Febrero”, que escribí para contar cómo es la vida de un cocinero en temporada en la costa atlántica”.

Mar Azul, su lugar en el mundo
Radicado hace ocho años en esta ciudad costera, Pablo dice que “conocemos Mar Azul desde hace muchos años, primero vinimos de vacaciones, y luego surgió la posibilidad de mudar nuestro negocio y lo pudimos hacer. Fue un proceso largo que terminó con la apertura del local en 2012”.

Destaca que “aqui ví mucha actividad y posibilidades para la cultura, por eso decidimos radicarnos, lo que más me gusta es el contacto con la naturaleza, Mar Azul está en medio de un bosque y asoma al mar, en invierno es muy tranquilo y hay tiempo para caminar, leer, escribir o pintar. Y en verano es una fiesta porque se llena de amigos”.

Hace pocos días, en Mar Azul se realizó la segunda Feria del Libro, con la participación de más de 30 editoriales de la zona y de distintas partes del país. Hubo exposición de libros, música, muestras de arte y mucho intercambio entre turistas, artistas y visitantes. Franco dice que “todos estamos muy contentos, los editores dicen que el público de Mar Azul es el más lector que conocen. Venden mucho y hacen descuentos increíbles. Es una fiesta, porque hay presentaciones, lecturas, música, debates, todo en el marco de la diversidad”.

La Zorra, un lugar que mezcla arte y gastronomía
En la esquina de 35 y Punta del Este, funciona La Zorra, el emprendimiento que mezcla gastronomía y arte, y que es obra pura del empeño de Franco y su familia. El lugar tiene un estilo que une lo contemporáneo con lo rústico, y uno puede sentir que entra en un bar de muchos años atrás, en especial por su atractivo decorado.

Pablo cuenta que “como quise unir la comida a la cultura, empezamos con la biblioteca pública, se fue acercando gente, juntamos libros, y se fue haciendo un ida y vuelta, ahora hay como dos mil libros, la gente viene a leer y hasta se lleva libros prestados” y detalla que “suelen venir escritores como Juan Forn, o músicos como Pablo Mainetti, el bandoneonista, que vive acá, y siempre hay muestras plásticas o recitales”.

Además de gestor cultural y editor, Pablo se encarga de cocinar los platos más variados. En las vitrinas y paredes del bar se pueden ver una colección de mates tradicionales, objetos de arte, pinturas, afiches viejos, anuncios publicitarios antiguos, utensilios de cocina de otras épocas. En este sentido, comenta que “el mostrador que tenemos perteneció al almacén de Solanet, un mítico paraje de los campos de Ayacucho, donde se encuentra la Estancia El Cardal, de la familia Solanet, que es desde donde salieron los famosos caballos Gato y Mancha en su mítico viaje hasta Nueva York con el jinete suizo Aimé Tschiffely. También hay una estantería de una farmacia, un espejo enorme que era de un club, una balanza de un almacén, y muchas botellas de cerámica y jarrón enlozados”.

 

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