Escribe: Eduardo A. Volonté.-
Para todos los gobiernos, los recursos son siempre escasos.
Por eso se intenta casi siempre aumentarlos mediante tres maneras clásicas:
Incrementando la recaudación mediante la ampliación de la base tributaria, es decir que más personas paguen más impuestos.
- Aumentando directamente las alícuotas de los tributos vigentes, o sea cobrándole más a los mismos que ya pagaban.
- Combatiendo la evasión y elusión impositiva, para recuperar dineros que deberían arribar a las arcas del estado y no lo hacen.
Cualquiera es válida si se cumplen los requisitos básicos de cualquier política impositiva, y que algunos constitucionalistas resumen en los principios de legalidad, igualdad fiscal, no confiscatoriedad y finalidad.
Más allá de éstas y otras formas clásicas, existe también otra manera indirecta de aumentar los recursos disponibles: Elevando la productividad del gasto público.
Cómo hacerlo
Es decir, invirtiendo mejor los recursos existentes, que en muchos casos no son pocos, sino que están mal orientados o son desaprovechados por la implementación de políticas erróneas.
Es necesario mejorar la eficiencia y ser más eficaces en la administración e inversión de los fondos públicos.
Para ello, lograr una real transparencia de la acción fiscal es un requisito básico. Un seguimiento detallado y público de los ingresos y gastos, rendiciones periódicas de cuentas, junto a una simplificación de todo el régimen impositivo contribuirán a garantizar una mayor transparencia.
Implementar sistemas de control de los funcionarios actuantes deben ser política habitual.
Es imperioso eliminar superposiciones en partidas y organismos que cumplen similares tareas, cortar de raíz todos aquellos gastos innecesarios y superfluos.
Es posible aumentar los recursos a invertir, mediante un control más estricto de los gastos, detectando y combatiendo la práctica del pago de sobreprecios y todos aquellos procedimientos viciados que permiten un acceso directo a la corrupción.
La búsqueda de sistemas de descentralización, de nuevas formas asociativas del estado el sector privado, son caminos a seguir para lograr también maximizar el gasto público y sus resultados.
Una firme decisión política de las autoridades de racionalizar el gasto y a la vez elevar su productividad, automáticamente significará no solo mejores resultados concretos de la gestión de gobierno, sino también que se dispondrá de más recursos sin haber aumentado la presión fiscal.
En forma creciente –y está bien que así sea- la sociedad demanda de sus gobernantes una mayor eficiencia en la acción pública. Es entonces una obligación de quienes la representan, lograr respuestas positivas a la cuestión.
No son fáciles los caminos, pero es posible lograrlo.
Eliminar el déficit fiscal a costa del hambre del pueblo, de aumentar la marginalidad, de desmantelar al Estado, de no cubrir los servicios esenciales, puede ser un camino más corto. Pero todos sabemos lo que eso significa y ya lo estamos sufriendo.-