Escribe: Eduardo Volonté.
Frente a la tumba de Honorio Pueyrredón, hace ya 78 años, Ricardo Balbín con su especial decir, sostenía que “Venimos a este lugar a encontrarnos con nuestros muertos; con nuestros magníficos muertos, no porque ellos lo necesiten, no porque ellos precisen de nuestros homenajes…venimos aquí porque nosotros los necesitamos. Somos nosotros los que sentimos la imperiosa necesidad de acercarnos a ellos para que nos muestren el derrotero a seguir”.
Muchos años y cosas han pasado y cambiado desde aquel momento, pero sin embargo aquellas palabras parecen hechas a medida para recordar hoy el 24 aniversario del fallecimiento de Castor Echevarría que se cumpliera el pasado 7 del corriente.
Sin duda que no precisa Tuco de nuestros homenajes. Tampoco, por otra parte, los hubiera demandado.
Somos nosotros, los radicales y la comunidad en general, los que necesitamos volver la mirada hacia él, hacia el ejemplo de su prédica, su obra de gobierno y sus principios de siempre.
En momentos en que la actividad política, como concepto de lo público, se encuentra jaqueada por quienes no quieren que el pueblo sea protagonista y también –es justo decirlo y remarcarlo- por errores de sus propios actores, somos nosotros quienes volvemos a repasar la trayectoria militante y desinteresada de Castor Echevarría para comprender que –como lo predicara Yrigoyen- los principios valen más que cien gobiernos.
Ante la realidad de una sociedad cada vez más fragmentada, donde se acentúa la brecha entre los que tienen casi todo y los que no tienen nada, donde la desigualdad y la exclusión reinan, somos nosotros los que volvemos a recordar el contenido social, progresista y participativo que animara sus cuatro años de gobierno sin descanso; su concepción de un Ayacucho abierto e integrado; su impulso al compromiso y protagonismo del vecino.
No es necesario recordar con minuciosidad su obra de gobierno y los principios que la animaran, su austeridad y transparencia a rajatabla. A pesar de los muchos años ya transcurridos, sigue siendo una referencia en la historia del progreso de nuestra ciudad.
Tenía Tuco una enorme vocación de servicio que supo canalizar básicamente a través de la militancia política, sin que ello le impida ser activo protagonista en otras actividades de la comunidad, que veía en el a un vecino preocupado por todos sin distinciones de ninguna naturaleza y que a todos sabía tenderle la mano, en silencio, con la modestia y humildad que caracterizaba sus acciones.
Radical por tempranas convicciones, supo tener el temple de espíritu necesario para transitar sin perder el rumbo las turbulentas aguas de un escenario político signado por décadas por los desencuentros y la inestabilidad. Sin embargo, supo anteponer la razón a las pasiones, el respeto al disenso y la opinión ajena por sobre la uniformidad de opiniones.
Y siempre por encima de todo, su irrenunciable vocación democrática, su arraigado radicalismo y su respeto al ser humano como tal. Todo esto sin estridencias, pero también sin renunciamientos.
Sin buscarlo quizás, fue protagonista importante de una porción grande de la historia lugareña.
Tuvimos el privilegio de compartir de muy cerca sus últimos veinte años de actividad política, desde esos días difíciles de la dictadura, pasando por el gobierno, y hasta su renunciamiento final allá en 1999,
Compartimos su íntimo proceso que lo llevara a declinar la candidatura a Intendente Municipal. Conocimos sus motivos políticos y personales y pudimos valorar lo que esa decisión significó para él, en su fuero íntimo. Y confirmamos una vez más su sentido de la responsabilidad, su grandeza.
A 24 años de su desaparición física, somos nosotros los que todavía sentimos la necesidad de buscar en su recuerdo y ejemplo el derrotero a seguir, el aliento que nos impulse a continuar la marcha, las fuerzas necesarias para cumplir sus sueños que son también los nuestros.-