Nilda Angélica Martiren: Con nuestra fiesta nacional en el corazón

Desde el año 1984 que Nilda Angélica Martiren, se encuentra ligada por lazos indelebles a la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra. Entrecerrando los ojos (suelen decir que de esa manera afloran con mayor facilidad los recuerdos), nos cuenta que “cursando estudios secundarios, Pedro Abel Ilarregui, por entonces presidente de la asociación civil, me ofreció la tarea de secretaria rentada, diciéndome entre otros detalles que fuera a verla a Juana Cano, integrante de comisión. Sin demasiadas vueltas, Juana me dijo que comenzara a trabajar al día siguiente, sin ninguna preparación previa. Soy maestra. Cumplí algunas preceptorías e incluso suplencias, pero en cierta oportunidad comprendí que no había nacido para la docencia y renuncié porque me apasionaba trabajar para la Fiesta Nacional del Ternero”.

En ese menester, Nilda, se multiplicó incesantemente para cumplir con máxima seriedad y responsabilidad sus muchas tareas, porque a la par de su secretaría, trabajó en varias ocasiones como coordinadora, involucrándose con todo aquello que requiriera su experiencia y conocimientos. Por un lado su hogar y los exigentes tiempos; por el otro la fiesta. Ese permanente desdoblamiento le permitió estar junto a varios titulares de la asociación civil como Pedro Abel Ilarregui, Carlos Mauricio Miramont, Graciela Guazelli, Manuel Dick y Alberto Volontín. Supo adaptarse a las diferentes “ideas y semejanzas de unos y otros”. Actualmente y junto a Gustavo Taylor, prosigue imponiendo su entrega total a una manifestación que en el común escribir, “la lleva en la sangre”.

Cuando le preguntamos si en alguna oportunidad se imaginó observar cualquier pasaje de la fiesta por televisión, o como suele decirse “desde el cordón de alguna vereda”, nos respondió: “Mientras pueda seguir cumpliendo mi tarea como corresponde, no pienso en retirarme. En todo caso, me va a agradar muchísimo brindar mis conocimientos a quien me reemplace y en ese aspecto, aparece la docente que aún vive en mí. Después de varias décadas me fui adecuando a muchas responsabilidades, aprendiendo, sufriendo a veces, pero sin claudicar porque siempre comprendí que también se enseña con el ejemplo”.

Como si se tratase del abigarrado equipaje de un saltimbanqui, fueron saliendo del arcón sin fondo muchísimos recuerdos. “Lo que más ha cambiado es la tecnología”, nos dice Nilda Martiren: “En mis comienzos se trabajaba con el teléfono fijo, cuya campanilla sonaba permanentemente. Casi todo se arreglaba vía telefónica, y después había que viajar muchísimo. La mayoría de los coordinadores lo hacía. En ciertas ocasiones se comprometieron importantes sumas de dinero, razón por la que en los festejos centrales (donde más se recaudaba) rogábamos para que no lloviera. En los últimos años, el aparato telefónico suena muy poco, casi nada. Todo se maneja con el celular o vía internet; son otros tiempos…”

No obstante los cambios generacionales, la esencia de nuestra fiesta nacional prosigue inalterable gracias a dirigentes como Nilda Angélica Martiren. Al fin y al cabo, seguimos entonando el “vengase para Ayacucho” con un fervor que nos brota desde adentro, que para eso somos ayacuchenses…

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