Modelo matemático: cuánto dura la inmunidad con cada vacuna

Modelo matemático: cuánto dura la inmunidad con cada vacuna y el rendimiento ante las variantes del Covid
Se trata de un complejo pronóstico elaborado por investigadores australianos, publicado en la revista Nature. Advierte cuándo reforzar la vacunación.

La vasta experiencia con el virus de la gripe les permitió a un grupo de investigadores australianos desarrollar un modelo matemático con el que estimaron la duración de la inmunidad de las vacunas contra el coronavirus y determinar su rendimiento frente a las variantes de preocupación, dos perlitas que ni las más importantes compañías farmacéuticas habían podido informar acabadamente hasta ahora.

Partieron de intentar entender qué cantidad de anticuerpos neutralizantes se necesitan para decir «estoy ok» frente a la infección o la enfermedad grave por Covid-19. El segundo paso fue, en base a un complejo modelo matemático, predecir en qué medida la cantidad de anticuerpos neutralizantes influyen en la «vida útil» de la protección frente al virus.

Los investigadores en cuestión trabajan en el Kirby Institute de la Universidad de New South Wales de Sydney, Australia. El paper, publicado este lunes en la prestigiosa revista Nature Medicine, se titula “Neutralizing antibody levels are highly predictive of inmune protection from symptomatic SARS-CoV-2 infection” (“Los niveles de anticuerpos neutralizantes son altamente predictivos de la protección inmunológica frente a la infección sintomática por SARS-CoV-2”).

Según explicó Jorge Quarleri, bioquímico e investigador Principal del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS), “lo que hicieron fue una comparación entre cómo cae la capacidad neutralizante en convalecientes y cómo, en base al modelo, caería aquella producida por la vacunación. Es una estimación de la vida media de los anticuerpos”.

Porque, «si bien sabemos que los anticuerpos neutralizantes declinan con el tiempo, la excelente predicción que surge de aplicar este modelo permite definir los tiempos estimados de protección conociendo la cantidad de esos anticuerpos en sangre de una persona”, aclaró.

Aunque estos interrogantes parezcan elementales, hasta ahora no habían podido ser respondidos, sencillamente porque no pasó el tiempo suficiente para que los desarrolladores probaran empíricamente en qué instancia comienza a declinar la protección de sus vacunas.

Soldados de pie
Para predecir la vida útil de los anticuerpos en cuestión, los investigadores compararon la protección por anticuerpos neutralizantes generada tras la infección por Covid con los niveles que cada vacuna reportó en términos de eficacia.

Cuando decimos «cada vacuna» nos referimos a siete que están entre las más importantes: Moderna, Pfizer, AstraZeneca, Janssen, Sputnik V, Sinovac y Novavax.

Plasmados esos datos en el modelo utilizado, sacaron cuentas de las que se desprenden cambios interesantes en los porcentajes conocidos: “Una vacuna con una eficacia inicial del 95% se mantendría en el 77%, pasados 250 días de su administración».

¿Es una mala noticia? Quarleri evaluó que “es un nivel de protección interesante, luego de ocho meses». De hecho, sería equiparable (en tiempo y forma) a la protección que desarrollan quienes se recuperaron de la infección por Covid-19.

Sin embargo, aclara el trabajo, el pronóstico se pone mucho menos optimista cuando se miran las vacunas con menor eficacia inicial: “Se prevé que una respuesta que comience con una eficacia del 70% caerá al 33% después de 250 días”.

Aunque este último dato desalienta, el espíritu del paper no es bajarle el precio a las vacunas menos efectivas sino ofrecer una guía útil para el diseño de las estrategias de vacunación futuras.

La razón es obvia: una caída tan estrepitosa (del 70% al 30% de eficacia) habla de la necesidad de administrar “boosters”, es decir, vacunas de refuerzo para levantar los anticuerpos en la población objetivo.

¿Eficacia incomparable?
Del modelo de predicción plasmado en este trabajo salen otros datos interesantes, como que el umbral de anticuerpos neutralizantes para estar «de mínima» protegidos frente a la infección equivale al 20% del total de los anticuerpos neutralizantes generados en los pacientes recuperados de Covid.

La explicación subyacente a ese cálculo es áspera. Lo interesante es que, para arribar a esos datos, los investigadores debieron poner en correlato los datos preliminares de fase 3 de las vacunas mencionadas (Moderna, Pfizer, AstraZeneca, Janssen, Sputnik V, Sinovac y Novavax) con otros -difundidos ya en un paper de Science- sobre la duración de la inmunidad en convalecientes de Covid.

Ese correlato se vuelve mucho más jugoso si uno presta atención a lo frecuente que se volvió escuchar cómo prestigiosos infectólogos derriban las comparaciones entre vacunas. Como si los porcentajes de eficacia no fueran unívocos. Como si pertenecieran a escalas distintas.

Los científicos de Australia apuntaron a esa cuestión. Se lamentaron por lo que consideran una notable falta de estandarización de los datos.

«Aunque los ensayos comparen la respuesta inmune tras la vacunación con aquella obtenida luego de la infección, la definición de ‘convalecencia’ no está estandarizada. Igualmente, los tiempos de los ensayos y las definiciones de caso también varían”, aclara el paper.

La forma de sortear esas limitaciones fue “recalcular” o más bien homogeneizar las rugosidades, para lo cual partieron de un modelo conocido: el comportamiento estacional de la gripe. Precisamente, aquel que se usa cada año para el diseño de la vacuna antigripal que se distribuirá en el otoño siguiente.

Una mala y una buena
El otro gran tema del paper resulta central en medio de la incertidumbre mundial por las llamadas «variantes de preocupación», o VOC, por “variants of concern”.

Los autores se centraron, en particular, en la de Sudáfrica, o B1.351. En palabras de Quarleri, “a partir de ensayos en laboratorio estimaron que la capacidad neutralizante de los anticuerpos generados por una vacuna dada puede ser hasta nueve veces menor, en comparación al virus que originalmente se identificó en Wuhan, China”.

O sea que “estaríamos ‘bajando’ el punto de partida desde donde mediremos la caída de la eficacia. Por ejemplo una vacuna con una eficacia del 95% medida para la cepa original, bajaría -siempre según este modelo- al 77% para la cepa de Sudáfrica”, resumió.

Para contrastar con el medio vaso lleno, habría que matizar lo dicho hasta ahora con otro costado de la inmunidad que el paper (dicen que por falta de datos concluyentes) no contempla. Hablamos del rol de la memoria inmunológica celular y humoral, producida por linfocitos B y T, respectivamente, a la hora de combatir un patógeno.

Para Quarleri es un tema clave: “Los autores asumen que la neutralización es el principal mecanismo de protección, pero de alguna manera están soslayando la relevancia de las células de memoria B y la respuesta de linfocitos T, que suele ser mucho más duradera en su vida media”.

“Una buena noticia de comienzos de marzo publicada en Nature Biotechnology es que la FDA autorizó para uso de emergencia el primer equipo que permite evaluar en forma versátil la respuesta inmune mediada por linfocitos T», recordó el bioquímico, y enfatizó: «No es un tema simple. Son ensayos que demandan equipamiento costoso y personal altamente calificado».

«¿Por qué lo menciono?», se preguntó el virólogo, y respondió: «Aunque son críticos, los anticuerpos neutralizantes son parte de un conjunto más amplio e incompleto de respuestas inmunes humorales y celulares, que hasta ahora recibieron poca atención. Desentrañar su contribución a la inmunidad contra el SARS-CoV-2 es un desafío continuo y central en este momento”.

Irene Hartman.

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