María Eva Díaz y Facundo Cabral

En el buen decir criollo, «por uno de esos casuales» me fue permitido escuchar (como no lo hacía desde hace mucho tiempo) a Facundo Cabral. Enfrascado en uno de esos comunes menesteres hogareños, «paré la oreja» para deleitarme con la voz inconfundible del cantautor, poeta, escritor y filósofo cuya vida se apagó el 9 de Julio de 2011 en la ciudad de Guatemala. Precisamente, esa grabación correspondió a la última presentación ante el público que ofreció Facundo. Horas después, murió como consecuencia de un atentado. Estaba con gente inadecuada y en el sitio equivocado.
Rodolfo Enrique Cabral Camiñas, había nacido en La Plata, el 22 de Mayo de 1937. Por la década de 1960 se hizo conocido en el ambiente de la canción juvenil como «El Indio Gasparino». En ese deambular de un lado para el otro, por un tiempo sentó sus reales en Tandil, hasta que comenzó a caminar el planeta por todos sus puntos cardinales. Ese peregrinar duró varios años. Cosechó un extraordinario bagaje de conocimientos filosóficos que atesoró en su abigarrado equipaje llenó de vida y vacio de riquezas.
Facundo Cabral en Ayacucho
Como es bien sabido, el viernes 15, varios convecinos recibieron de parte del Concejo Deliberante, la distinción que los acredita como «Personalidad Destacada de la Cultura». Entre ellos, le cupo ese honor a María Eva Díaz. Fue precisamente esta prestigiosa artista «hacedora de actores de teatro», quien hace muchos años contrató a su amigo Facundo Cabral, para que ofreciera un recital. Cabe acotar que este multifacético y trashumante personaje, se caracterizó por su sencillez en sus decires y costumbres.
Se presentó una noche en el salón del Club Defensores. Quien escribe, tuvo el privilegio de presentarlo ante un público no muy numeroso. A poco de terminar el recital, María Eva, visiblemente compungida se acercó a su amigo manifestándole que lo recaudado no alcanzaba para abonarle lo convenido oportunamente por su actuación. Facundo, sonrió displicentemente y tomándola de los hombros le dijo…»me prometiste que al final de la función me ibas a invitar a comer un cordero». Nuestra convecina le respondió que se estaba haciendo en la parrilla de la entidad. El artista entonces, concluyó el diálogo de la siguiente manera: ¡Que estamos esperando, entonces. Olvidate de la plata; estamos entre amigos y vamos a comer». Después de degustar el cordero asado por Miguel Lamenza, la charla de sobremesa matizada con sus anécdotas y canciones se prolongó hasta que los primeros rayos de la madrugada comenzaron a mostrarse desde el este.
Reitero la publicación de este simple episodio para recordar a Facundo Cabral, y su don de gentes, a la par de volver a vivir aquella época en que María Eva Díaz, vivía generando de cuerpo y alma numerosos eventos que no solamente tenían que ver con el teatro vocacional, sino también con múltiples manifestaciones de la cultura.

Escribe: Abel G. Bruno

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