La necesaria integración

Escribe. Eduardo A. Volonté.-

Durante muchas décadas nuestro país ofreció un futuro promisorio a sus habitantes o aquellos que provenientes de otros países recalaban en nuestras tierras.

La República Argentina era entonces un país de oportunidades. Aquellos de “Abuelo inmigrante, hijo comerciante, nieto estudiante” se hacía realidad. Con un trabajo duro y constante era posible hacerse un lugar, construirse una posición, forjarse un futuro para sí y su descendencia.

La Argentina de aquellas décadas tenía la capacidad de integrar las nuevas corrientes de población, ofrecía una movilidad social significativa, donde las posibilidades de ascenso era una realidad tangible y concreta.

Hoy, todo aquello parece un sueño lejano o perdido para siempre. La integración social ha ido dando paso a la exclusión, los procesos de marginación de amplios sectores, son ahora moneda corriente.

El desempleo, el subempleo, o las variantes modernas de la explotación humana, son una realidad que condena a millones de argentinos a un futuro incierto. Además, poco queda de aquel país donde la escuela y el hospital públicos eran una garantía básica para los menos favorecidos.

La igualdad de oportunidades, sobrevive solamente en la letra de las normas constitucionales, pero agoniza en la vida cotidiana.

Lejos estamos de asistir a la implementación de políticas que sirvan para la integración de los sectores más desfavorecidos, para generar trabajo y posibilidades para mayor cantidad de ciudadanos. Al contrario.

Hoy los ricos tienen cada vez más. Y los pobres no solo siguen siéndolo, sino que ven como a diario sus filas se engrosan con quienes hasta ayer eran clase media y van dejando de serlo.

EL DESAFÍO DE HOY

Es verdad que esta creciente dualidad, este ensanchamiento de la brecha que separa a ricos de pobres, no es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Pero también es cierto que en los países verdaderamente desarrollados, este complejo proceso va acompañado de políticas sociales y de reconversión laboral, que aquí no existen en los hechos.

Un país en el cual son cada vez mayores los sectores que se ven marginados de la posibilidad de una vida digna, que se sienten excluidos de los beneficios del progreso, e incluso alejados de los más elementales servicios, un país así tiene su futuro hipotecado y un presente de inestabilidad social y creciente inseguridad.

El gran desafío actual es generar las condiciones para un crecimiento genuino que sume e integre a la mayor cantidad posible de ciudadanos al sistema productivo, a los beneficios del crecimiento, a un reparto más equitativo de las riquezas y bienes generados por el conjunto y no por unos pocos.

La República Argentina tiene que recuperar su propia historia y capacidad integradora, de movilidad social y ascendente, volver a ser un ámbito donde sea posible imaginar y concretar un proyecto de país que no excluya a sus habitantes.

Lamentablemente, nada de esto parece ser el objetivo del actual gobierno