La inmoralidad de un desperdicio

 

Escribe: Eduardo A. Volonté

Instituido el 19 de diciembre de 2019 por la  Asamblea General de las Naciones Unidas, cada 29 de septiembre se conmemora el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos.

Decir que las vidas de los ocho mil millones de habitantes de este planeta están cruzadas por profundas diferencias, no es aportar nada novedoso.

Tal vez una de las más indignantes sea aquella vinculada a las cuestiones alimenticias.

Durante 2022, a la par que 783 millones de personas padecían hambre y un tercio de la humanidad se enfrentaba a la inseguridad alimentaria, se desperdiciaron 1050 millones de toneladas de alimentos.

Todo ese alimento desperdiciado, el 20 por ciento del total  y unos 132 kilos por personas,   equivale a más de 1.000 millones de comidas diarias.

Del total de alimentos desperdiciados en 2022, el 60% se desechó desde los hogares, mientras que el 28% correspondió a los proveedores de servicios alimentarios y el 12% al comercio minorista.

Así surge del  Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

También se ha cuantificado las perdidas por sector:  Frutas y Hortalizas 45 %; Cereales 30 %; Pescados 30 %; Carnes 20 % y Leches y derivados 20 %.

Si bien los índices de desperdicio son mayores en los países de mayores ingresos, la diferencia con aquellos de ingresos bajos es de solo siete kilos per cápita anuales.

La diferencia surge en que en los primeros  el desperdicio se produce en la etapa del consumo, mientras que en los segundos ocurre principalmente en la producción y el procesamiento al contar con inferior infraestructura y menores recursos.

Por su parte las poblaciones rurales desperdician menos que las urbanas.

El desperdicio de comida implica también el mal uso de recursos básicos como el agua y la energía y la emisión de carbono al ambiente. Y para Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA,  no sólo afecta a la economía mundial, sino que también agrava el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.

Acá también

Argentina no está exenta de esta problemática. La Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires ha detectado que aquí se pierde aproximadamente un tercio de la producción.

Según datos obtenidos, se desperdician y pierden alrededor de 16 millones de toneladas de alimentos cada año.

Como es habitual ante estas problemáticas globales, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2015, en el marco de la 70 Cumbre del Desarrollo Sostenible se aprobó el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” cuyo punto 12.3 propone como “reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha”.

Nuestro país sancionó en 2018 la Ley 27.454 creando el Plan Nacional de Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos, cuyo objeto es “la reducción y eliminación de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos (PDA), a través del empoderamiento y movilización de los productores, procesadores, distribuidores, consumidores y asociaciones; otorgando especial relevancia a la atención de las necesidades básicas alimentarias de la población en condiciones de vulnerabilidad y con riesgo de subsistencia”.

Más allá de los enunciados -a veces grandilocuentes- de las disposiciones gubernamentales y organismos multinacionales, el desperdicio de alimentos constituye una verdadera inmoralidad que debería ser asumida por todos y  hacer cada uno su aporte para que esto cambie.

Hace unos 175 años, el filósofo Ludwig Feuerbach en su libro “Enseñanza de la alimentación”, sostenía “Si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come”.

Frente a tantos millones que directamente casi no comen, el mundo no puede darse el lujo de seguir desperdiciando alimentos.-