Escribe: Eduardo A. Volonté
Movidas —aún quizás sin saberlo— por aquellas, palabras puestas en boca del Quijote por Cervantes, de considerarla como “testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir…” cada generación de argentinos ha buscado a través de la historia, una respuesta al apasionante interrogante de explicarnos por qué somos como somos, en qué forma se configuró, articuló, y desarrolló nuestro país.
Intuyeron bien los vencedores de Pavón con Mitre a la cabeza, que la construcción de la Nación que pretendían requería, al decir de Félix Luna, «(…) Un contenido espiritual sustentado en el pasado argentino que armonizara con las nuevas pautas nacionales».
Así fue que fueron escribiendo una historia acorde con sus conveniencias y necesidades, «Porque -dice Luna-, justificando ciertos próceres se justificaban ellos mismos, y condenando ciertos personajes hundían a sus enemigos contemporáneos».
Bien puede entonces señalarse siguiendo al autor citado, que la historia llamada «liberal» no es otra cosa que la superestructura intelectual del programa de gobierno instaurado en el país después de Pavón.
OTRA HISTORIA
Pero esta historia plagada de omisiones, versiones no siempre provistas del rigor documental y objetividad necesarios, generó al amparo del agotamiento del proyecto liberal una nueva corriente historiográfica que arremetió con alegre desenfado contra todos los mitos existentes, demoliendo lugares comunes construidos por la versión liberal, y brindando a partir de su óptica «revisionista» una nueva versión de la historia.
Por décadas, el país fue escenario de furibundas polémicas y debates, reproches y acusaciones mutuas, de reivindicación y condena de figuras del pasado, según la óptica del enfoque. Como producto de ese entrechocar de escuelas históricas, muchas veces la verdad quedaba desplazada por las pasiones y el deseo de cada bando de imponerse al otro.
Hoy puede decirse que los ánimos se han serenado, que aquellas irreconciliables posturas que separaban a rosistas y antirrosistas, a partidarios o enemigos del régimen colonial y la conquista, por citar algunos temas, han dejado paso a una historiografía superadora que pretende analizar la historia con rigor, con seriedad basada en la investigación y en la confrontación de versiones.
Una historia entendida como un proceso complejo que se complementa con disciplinas tales como la economía, la sociología, y otras ramas de las ciencias sociales, revalorizando fundamentalmente el rol jugado por el real protagonista de todo proceso de transformación: el pueblo.
NUEVAS GENERACIONES
La democracia y el clima de libertad que de la misma surge, ha sido el marco ideal para alentar el desarrollo de nuevas generaciones de historiadores dispuestos a bucear en el pasado para comprender mejor el presente, y también abordar sin complejos la historia contemporánea.
No obstante, se está muy lejos todavía de contarse en el país con los medios y facilidades que disponen los historiadores extranjeros que toman nuestro pasado como base de sus investigaciones.
Habrá qué andar mucho camino para equiparar algún día la envidiable postura de esos estudiosos extranjeros, que al tomar nuestra historia como tema central para sus tesis y ensayos, cuentan con becas y medios que le permiten dedicarse fulltime a su tarea, microfilmando nuestros archivos públicos y privados, a los cuales logran en muchos casos tener un acceso vedado para nuestros investigadores. y luego volver a sus universidades de origen a elaborar sus trabajos.
Igualmente es alentador observar a pesar de las dificultades por las que atraviesa la industria editorial argentina la constante aparición de numerosos trabajos de investigación histórica y socioeconómica, e incluso de numerosas novelas de trasfondo histórico, o basadas en episodios o personajes reales, que también contribuyen a introducir al lector, mediante la ficción, en el pasado.
Argentina ha dado pruebas suficientes de encontrarse madura para asumir su historia sin beneficios de inventario. Lograr la jerarquización de la investigación histórica, y dotar a quienes la efectúen de los medios materiales adecuados, son metas a las cuales deberá tenderse tanto desde la órbita oficial como desde la privada, con el convencimiento de que con ello estaremos también afianzando nuestra propia identidad nacional.-