La Biblio

EL ESPACIO DE LA POESIA

Escalera de incendio

Me asomo a la ventana como todas las tardes

para escribirte.

Este cielo es tan pálido que da miedo mirarlo

(y de los jacarandaes con el abuelo basta.)

Sé que estoy viva, es decir

camino calles y Veo el trabajo del azar

en la arboleda.

Nada resplandece en los papeles que rondo,

el muchacho de la batería toca de seis a siete

mientras su madre visita amigas

con alguna receta para dejar de amar.

En todo caso la soledad es la que resplandece

y a veces la sequía,

quiero ver al infinito revolotear

en esa torpe batería:

una señal, la traición de una señal, la ficción

de una señal.

Nada es seguro, ya ni siquiera me desvelo

por una palabra para hacerle feliz.

Paulina Vinderman.

EL ESPACIO DE LOS CUENTOS PARA SER LEIDOS

TIEMPO

Me aferro al tiempo como si pudiera sujetarlo. Pero él transcurre, inexorable y sordo. Los sabios más estúpidos envían misiles y naves espaciales para formalizar su idilio extraterrestre, pero es inútil, nadie los espera. Cada cuerpo celeste, planeta, asteroide o aparente luminaria, es tan solo un vacío. Nadie es el dueño de la nada, y la nada es el pozo, el abismo es de nadie. No hay preñeces, no hay partos, no hay palabras, no hay llantos. Solo cunde el silencio. No hay sangre que justifique que hubo vida. Sólo rocas de burla, aire mudo, que ni siquiera es aire. ¿Dónde estarán las órbitas, las tímidas burbujas, aptas para llenar las ansiosas mochilas de la ciencia?. ¿De qué le servirá este techo de tinieblas? No hay sueño sino la pesadilla más tediosa. No hay números: es la ruta del cero baladí. No hay letras: salvo la Z inútil de algún borde. No hay tierra para endiosar a la semilla. No hay. No hay.

Lo que hay está aquí, en nuestro mundo de codicia y hambre. Niños que mueren entre lluvia y lluvia. Cada viejo, cada matusalén que se abraza a la muerte, la antediluviana y la de hoy. Y jorobada y todo ella se los lleva. No se sabe si a Dios o a otro lejano adiós, tal vez más promisorio. Me aferro al tiempo como si pudiera sujetarlo. Qué pavada, ¿no?. Que epílogo de algo, qué prólogo de nunca. Basta por hoy. Y por mañana. Chau

Mario Benedetti

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