TUS OJOS
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.
Octavio Paz
LAS BUENAS IDEAS
Las buenas ideas son mariposas invisibles con las alas escritas. Revolotean entre nosotros sin que las veamos. A veces las confundimos con mariposas comunes, otras veces se nos paran en la cabeza o en un hombro y nos susurran lo que estábamos buscando. Algunas nos dejan las ideas flotando a la deriva o plantadas en lugares insólitos. Las buenas ideas nos empujan al inicio de algo mucho más grande que no podemos ver ni tocar, como el viento que reaviva el fuego. Al contrario de lo que se cree, las buenas ideas son muchísimas más que las malas, lo que pasa es que las malas ideas no son invisibles. La única forma de reconocer una buena idea es con el estómago. Se siente como una mezcla de hambre y vértigo, y se puede experimentar de forma artificial haciendo ayuno sobre una moto a 275 km/h. Pero nadie lo recomienda. Se trata de hacer algo con nuestras mariposas: un dibujo, una canción, un cuento. Si uno tan solo las deja ir, las buenas ideas simplemente cambiarán de dueño. Sin tristeza ni reproches se van volando hasta la primera persona que les haga caso.
Lugares donde es posible encontrar buenas ideas
Sentados en un sillón azul, sin tocar el piso con los pies.
Entre hojitas de papel glacé.
Del otro lado de las ventanas.
En el baño, cerca del techo.
Adentro de una caja de crayones (primero hay que gastarlos).
Entre fotos viejas de la abuela joven.
Abajo de las almohadas.
En los álamos, más bien llegando a la punta.
Entre los pelos de un perro salchicha.
En el fondo de cualquier tarro de pintura verde.
En el medio de un lápiz rojo.
En dobladillos, de pantalones a cuadros.
En los trenes, entre un vagón y el otro.
En la página 18 del noveno libro, empezando por la derecha, del estante más alto de la biblioteca.
En la esquina de Moreno y Los Radales, en Bariloche.
Pablo Bernasconi