La anomia boba de los vivos

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

La escena ocurre un día cualquiera. La protagonista [bauticémosla Sra. M. para no caer en el trillado NN] sale de su departamento, en el pasillo se encuentra con las bolsas de residuos que su vecino ha dejado allí, a pesar de no ser el horario permitido para ello.

Al salir a la calle luego de esquivar un ciclista que circula por la vereda, y observar como un automóvil ignora el semáforo en rojo  e igualmente cruza, se apresta a atravesar la plaza del barrio, donde deberá sortear con suerte variada los muchos recuerdos que allí han dejado los perros del vecindario ante la mirada indiferente de sus dueños.

Luego de recorrer el tramo que la separa de su lugar de trabajo, sin dejarse tentar por el vendedor callejero de copias de películas aún no estrenadas, el puesto de venta de frutas y verduras que ocupa casi toda la calzada con sus mercaderías, de ver como la vereda se va poblando de papelitos, botellas plásticas y otros desechos que los peatones van arrojando a medida que circulan, llega a su destino.

Allí, a pesar de la expresa prohibición de fumar que rige, la recibe un penetrante olor a cigarrillo y vecinos de oficina que impunemente despuntar su vicio en los pasillos en medio de una creciente humareda.

Pronta a comenzar su día de trabajo, y luego de repasar todos estos hechos relatados y compararlos con sus propios comportamientos ajustados a las normas vigentes, le asalta una temprana conclusión: se siente una boba.

ANOMIA, SEGÚN NINO

Lo que tal vez no sepa, que precisamente es ese calificativo –exactamente, “anomia boba”- el que utilizara  el filósofo del derecho Carlos Nino, en su libro “Un país al margen de la ley”, para agudamente  describir y estudiar estos comportamientos que  a diario tenemos y que importan una tendencia recurrente a la ilegalidad, al no respeto y cumplimiento de las normas vigentes en casi todos los órdenes de la vida.

Alguno podrá decir, que en un país donde la Constitución Nacional fue ignorada y violada sistemáticamente, donde desde el propio Estado se implementó el terrorismo y la desaparición forzada de personas como práctica, lo relatado son hechos si se quiere menores.

Pero la existencia de aquella  “anomia mortal”, no justifica esta otra “anomia boba” cotidiana.

Y ante estas actitudes de no cumplir con las normas de tránsito, con las disposiciones de convivencia, con la legislación vigente, vale preguntarse, sin pretensiones  sociológicas, ¿cambiaremos algún día estos comportamientos como sociedad? ¿llegará el día en que todo el andamiaje legal sea respetado desde el primero al último argentino?  ¿Si las normas en muchos casos ya existen, como hacerla cumplir?

Sin duda que el tema no es de fácil resolución y debería ser motivo de una sincera reflexión colectiva.

Habrá quienes pongan el acento en el marco normativo y sugieran revisar y actualizar las normas vigentes, otros endurecer las penas, algunos, establecer sistemas de premios y castigos; otros apuntarán hacia las políticas educativas para ir generando conciencia en los más chicos, se propondrán  campañas de concientización sobre los comportamientos adecuados, se sugerirán distintas estrategias, y así  sucesivamente podrán sumarse otros enfoques.

Quizás la solución al problema este en la sumatoria de todos esos enfoques, abordándolo desde distintos planos y al mismo tiempo.

Pero básicamente, solo será posible comenzar a revertir esta anomia actual cuando tomemos conciencia que esa forma de vivir  ignorando las reglas que nos rigen, y que muchas veces calificamos como “viveza criolla”, no nos mejora ni como personas ni como sociedad, sino lo contrario.

Una sociedad donde se respete al vecino, se cuide el medio ambiente, se cumplan las normas de tránsito, no debe ser una utopía imposible, sino una aspiración y un compromiso para hacerla realidad.-