La consagración de Rosario Central como “campeón anual” sin reglamento previo reavivó un patrón que se repite: decisiones improvisadas, arbitrajes bajo sospecha y disciplinamientos.
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El no respeto a las reglas
El problema no es Rosario Central, que ganó la tabla anual con mérito deportivo. El problema es la decisión política, intempestiva y a puertas cerradas, de transformar ese logro en un título oficial cuando el torneo ya había terminado.
Pasillo de espaldas
El pasillo de espaldas de Estudiantes fue mucho más que un gesto. Fue un síntoma. Un club grande, con un presidente de peso y una historia fuerte, eligió manifestar en vivo su descreimiento hacia la conducción. Y lo hizo mientras la AFA se apuraba en abrirle un expediente disciplinario a doce jugadores, como si ese fuera el verdadero problema del fútbol argentino. La escena completó una semana que ya venía torcida.
Arbitrajes polémicos
En el partido entre Barracas Central y Huracán, dos penales dudosos volvieron a encender alarmas que ya no sorprenden: siempre parece haber un fallo crucial que beneficia al mismo club. Y un rato después, en el cruce entre San Lorenzo y Central Córdoba, otro arbitraje escandaloso reforzó la sensación de que el sistema arbitral está atravesado por errores demasiado frecuentes como para ser casuales.
En paralelo, los mensajes de Pablo Toviggino en redes, dirigidos a Verón con chicanas personales, mostraron una dirigencia que no solo actúa sin sutilezas, sino que además se jacta de hacerlo. La AFA ya no oculta su estilo: confronta, presiona y sanciona a quien cuestione. Lo hace a cielo abierto. Y casi nadie le discute.
El problema de fondo es más profundo. Las reglas cambian sobre la marcha, la autoridad se ejerce sin límites y los árbitros quedan en el centro de un sistema que los desprotege y los expone.
El descreimiento de los hinchas
Los hinchas de la mayoría de los clubes hace rato que vienen masticando bronca por este sistema. A modo de ejemplo había en el ambiente un deseo de que Estudiantes eliminara a Central y eso no iba en contra del equipo rosario sino un reclamo a la forma de conducir el fútbol argentino. No es un dato menor, ya que son los hinchas los que sostienen la industria del fútbol y su descreimiento comienza a hacer mella en toda la estructura del fútbol. Acá no se está hablando de teorías disparatadas o conspirativas: sino de hechos que se acumulan.
Si la AFA quería “potenciar la competencia”, lo que consiguió fue exactamente lo contrario. Convertir un reconocimiento estadístico en un título oficial sin previo aviso es jugar con la credibilidad del torneo. Disciplinar a Estudiantes por un gesto simbólico es desviar la discusión. Y permitir arbitrajes que condicionan resultados es profundizar la crisis.
El fútbol argentino ya tiene demasiados problemas estructurales como para agregarle voluntarismos y decisiones a dedo. Cuando el reglamento deja de ser un marco y se convierte en un instrumento, cuando las sanciones apuntan siempre hacia los mismos y cuando las dudas superan a las certezas, lo que se erosiona no es solo la dirigencia: es la legitimidad del juego.


