Había una vez un Circo…

Escribe: Abel G. Bruno (Segundo y último capítulo)

Según es sabido, las primeras compañías circenses que arribaron a nuestro pueblo antes del año 1880, se trasladaban en varios carromatos donde a la par de los artistas y sus familias, se amontonaban los bártulos necesarios para armar las “coreografías” de los números que conformaban las carteleras. En ese contexto se destacaban los equilibristas, contorsionistas, saltimbanquis y ecuyeres, entre los característicos personajes a los que se agregaban los payasos y «tonys», que hacían las delicias de chicos y grandes.

En los veranos ardientes solían verse estas caravanas atravesando las desoladas vastedades campesinas, acampando junto a lagunas y arroyos, e incluso acercándose a los puestos y estancias en los atardeceres para surtirse de carne y en suma, para “pasar la noche”. Estos trashumantes artistas, peregrinos por obligación, cuando llegaban a los poblados aptos para armar la generalmente emparchada carpa, solían quedarse por tiempo indeterminado. Cuando sus responsables consideraban que sus estadías “no daban para más”, desarmaban lo armado y a seguir la huella en procura de horizontes más propicios.

EL FINAL DE LAS TRASHUMANTES CARAVANAS

Después del arribo del ferrocarril a Ayacucho, el 7 de diciembre de 1880, algunas compañías con ciertos poderes adquisitivos contrataron los servicios de ese medio de transporte, alquilando varios vagones para el traslado del personal y el material. Entre esas empresas se destacó en varias oportunidades la visita del circo de los hermanos Rivero. No obstante este notable progreso de traslación, los carretones continuaron cruzando el horizonte hasta bien entrado el siglo veinte. Principalmente aquellos conformados por “gitanos” que a la par de las funciones específicas, “yapaban el jornal” realizando otras tareas tales como limpiar limas y escofinas con ácido, mientras que las mujeres adivinaban la suerte” a domicilio, o bien cuando las interesadas visitaban las carpas. Cualquier terreno baldío les venía bien, principalmente aquellos que estaban cercanos a una bomba o pozo de agua. No faltaron ocasiones en que tuvieron que ser conminados a levantar el campamento por cuestiones que atentaban contra la moral y las buenas costumbres, debido a “algunos elementos faltantes” en la población. La aparición de los primeros camiones y otras muestras de progreso, lentamente fueron aventando hacia el olvido a esas abigarradas caravanas. Cabe recordar la siguiente anécdota: en el año 1920 un circo de “gitanos” acampó en un terreno ubicado en la calle Almafuerte, a pocos metros de Francisco Poderoso (junto al arroyo “Tandileofú). Antes de la primera función, un integrante de la troupe salió a realizar la consabida propaganda llevando atado a cadena a un enorme oso gris. En ese ruidoso andar acompañado de la “rapacería” (como hubiese escrito Hermenegildo Italiano), se “desbocó” el caballo atado a un vagón repartidor de leche. A la par de ir perdiendo los tarros en la frenética carrera, el oso también se asustó y subió a lo más alto de un poste perteneciente al alumbrado eléctrico. Inútiles fueron los esfuerzos realizados por su propietario para convencerlo de bajar. Así estuvo hasta el atardecer, mientras que el gentío se renovaba en su afán por ser partícipe de tan jocosa e inusual escena.

LOS RADIOTEATROS EN LOS CIRCOS

Se cree con sobrados argumentos que la actividad circense cobró una importancia muy considerable cuando a través de las primeras emisoras de radio, comenzaron a popularizarse los “radioteatros”. Finalizadas las temporadas, muchos elencos eran contratados por los propietarios de circos para presentar las obras después de culminado el espectáculo en la pista. En ese quehacer y a partir de la década de 1940, se popularizaron las representaciones de Radio “Mitre”. Incluso muchas empresas circenses adoptaron esos populares libretos para ponerlos en escena por sus propios artistas. Cabe recordar algunas obras: “El rosal de las ruinas”; “Madre gringa”, “Lo que le pasó a Reynoso”; “El forastero que llegó una tarde”; “Fachenzo el maldito”; “Las de Barranco”; “Flor de durazno”, y las célebres “Juan Moreira”, “Hormiga Negra”, “Juan Cuello” y hasta el “León de Francia”, entre otras. En cuanto a los terrenos baldíos que ocuparon, fueron muchos, pero sin duda el más visitado era el ubicado en la calle Leandro Alem, entre la avenida Dr. Pedro Solanet y calle Víctor Murgier. A poco de arribar el circo, y si éste ofrecía en su cartelera obras teatrales, el vecindario se preparaba para el lógico y bullanguero jolgorio, a la par de tener que colaborar prestando muebles y otros objetos para “ambientar” esas extraordinarias muestras artísticas.

ENTRE OTROS CIRCOS EL “SARRASANI”

A esos circos considerados “chicos”, donde también recalaban guitarristas, vocalistas y se organizaban los “concursos de cantores”, se sumaban los otros de proyecciones internacionales. En el año 1934, nos visitó el circo alemán “Sarrasani”; a mediados del siglo veinte y en la actual plaza “Domingo Faustino Sarmiento”, estuvo el circo “Ringling Brothers” con sus cuatro pistas simultáneas entre las que sobresalieron las “aguas danzantes”. Pasó por un trance complicado debido a un imprevisto ventarrón que puso en jaque su enorme estructura de lona. Cabe recordar el circo “Cubano” que se instaló en la actual manzana donde se ubica la Estación terminal de Ómnibus. Había sufrido un voraz incendio en Brasil, pero lo que se salvó de las llamas alcanzó para exponer lo mucho y bueno de su original esplendor. Después, otras empresas ubicaron sus instalaciones en una diversidad de terrenos actualmente edificados. Esta somera síntesis no condice con los extraordinarios y mágicos influjos que dejaron los circos en Ayacucho. De pequeña, mediana y gran envergadura, todos sembraron su impronta, tal la de entretejer ese mágico influjo de ensueños y fantasías. Basta con entrecerrar los ojos para observar el vuelo de los trapecistas; “reír a mandíbula batiente” con “Pica-Pica” y otros payasos no menos célebres, o bien extasiarnos con la bella muchacha que hacía equilibrio sobre el caballo trotando en derredor de la pista…

Payaso de un circo en el año 1909.

Actuación de los elefantes en el circo “Ringling Brothers”.

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