Escribe: Eduardo A. Volonté
No voté a Milei. Ni lo votaría jamás.
Esa decisión personal, no invalida para nada el respeto que me merecen y corresponde tener hacia todos aquellos argentinos que creyeron en sus propuestas y lo ungieron como legítimo Presidente de la Nación.
Pero esa legitimidad de origen tampoco significa que quienes no acompañamos su candidatura debamos mantener silencio frente a los dichos y actos de su gestión, y mucho menos compartirlos.
El derecho al disenso, la crítica constructiva son elementos indispensables de un real sistema republicano y democrático. Algo muy simple, pero que parece no tener cabida en la mentalidad presidencial.
Sin embargo estas líneas son para agradecer al Presidente Milei.
SE AGRADECE
Gracias por haber vetado la ley de movilidad jubilatoria mediante el decreto 782/2024, e impedir así una mejora en los haberes jubilatorios acorde con la inflación.
Gracias por haber vetado mediante el Decreto 879/2024 a la Ley 27.757 de financiamiento educativo que sancionara el Congreso el 12 de septiembre.
Gracias por negar el cambio climático y ser parte de la minoría en el mundo que no apoya la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible impulsada por las Naciones Unidas, y también por el rechazo al Pacto del Futuro que 143 países aprobaran en la última Asamblea General, por considerar a esos acuerdos como una política de corte socialista.
Gracias por su misoginia extrema que lo llevara a eliminar el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, al que convirtió en una subsecretaría de Protección contra la violencia de Género, que antes de cumplir seis meses la disolvió.
Gracias también por disolver el Instituto contra la Xenofobia y el Racismo (INADI) y rechazar el documento sobre Empoderamiento de la Mujer, acordado en Brasilia por las ministras y secretarias de Mujeres y de Igualdad de los países miembros del G 20.
Gracias por cerrar el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).
Gracias por su negacionismo sobre el terrorismo de estado.
Gracias por pasar la motosierra en los presupuestos para los hospitales públicos.
Gracias por sus permanentes ataques y agravios al periodismo y los periodistas.
Gracias por apoyar el inmoral bloqueo a Cuba.
Pero por sobre todo, gracias por el reciente ataque a la figura de Raúl Alfonsín precisamente el día que se cumplieron 41 años de la recuperación democrática que lo tuviera como protagonista fundamental.
Es verdad que el odio de Mieli hacia la figura de Raúl Alfonsín no es nuevo. Basta recordar cuando en la campaña electoral se vanagloriaba de usar su figura como puching-ball y no dejaba pasar oportunidad para criticar su obra de gobierno.
Por todo esto le agradezco Presidente Milei que con sus actos y actitudes que están en las antípodas de mi humilde forma de pensar, me reafirme casi a diario que no me equivoqué al no votarlo, que no fue un error pensar que Ud. es un autoritario e intolerante (ahora también mentiroso serial).
Por todo esto, Gracias Sr. Presidente por reafirmarme cada día más en mi convicción de que Ud. nunca debió gobernar este país.
Me queda la tranquilidad, que dentro de otros 41 años su nombre solo será un pésimo recuerdo y que como ya ocurriera con otro presidente, nadie se hará cargo de haberlo votado.
Mientras tanto, el recuerdo de Raúl Alfonsín seguirá acrecentándose y valorado como el gran responsable de la recuperación democrática.
Vaya como cierre un párrafo del periodista Daniel Santa Cruz (Milei y la promesa de Alfonsín. La Nación. 31.10.24):
“Javier Milei desprecia a Raúl Alfonsín, tal como él mismo lo repite cada vez que puede. Y lo puede decir sin reparos porque 41 años después hay democracia y libertad para decir esas cosas y para criticar su gobierno. Pero acusar a Alfonsín de golpista reviste un nivel de desprecio por la verdad y falta de respeto a la institucionalidad, que un presidente constitucional debería honrar. Seguramente Milei no lo sepa o no quiere saberlo, pero si él es presidente legítimo de nuestra democracia, si tiene la libertad para expresar y emitir agravios e insultos que pueden ser reprochables, pero no son censurados, se debe a que pocos hombres, quizás nadie como Raúl Alfonsín, hicieron posible que aquella promesa de campaña de 1983, “vamos a tener democracia para siempre”, se cumpliera”.-