Cumplimentando con sincera y profunda convicción cristiana la milenaria festividad de la Navidad, saludamos desde el corazón a todos nuestros suscriptores, avisadores, colaboradores y amigos de esta casa, a la par que les deseamos una celebración en paz ante tamaño acontecimiento.
Se ha repetido hasta el hartazgo que no obstante la ilusionada visión del adornado árbol y el pesebre, para innumerables cristianos la Navidad también es un estado de ánimo con sus mágicas derivaciones. Basta con observar el ramaje profundo de un pino y aspirar su mítico aroma para dejarnos transportar por la imaginación hacia aquella gruta donde muy pobremente y rodeado de animales nació Jesús, el considerado salvador de una humanidad por entonces también desorientada.
Cada lector en este caso es absolutamente dueño de pensar y creer según sus convicciones con respecto a la festividad navideña. Para quienes no la aceptan según puede leerse en las sagradas escrituras, pueden contar con la alternativa de intentar sentirse mucho más tranquilos y espiritualmente consustanciados con la paz y el sosiego que puede encontrarse en la Navidad. Bastará un saludo afectuoso y el abrazo sincero; borrar afrentas y perdonar; recordar a quienes han sido olvidados y en suma, tener a flor de labios la palabra franca que genere esperanzas e ilusiones, y la mirada límpida…
La Navidad es todo eso y mucho más, y como tal debemos recibirla y celebrarla.
En los últimos tiempos los argentinos hemos pasado por situaciones hartos comprometidas en lo que respecta a los órdenes sociales, económicos y políticos. Contamos con un nuevo gobierno nacional cuyos principales funcionarios recién han comenzado a trabajar para enderezar la nave que según se sabe, navega al garete. Se pide tiempo, paciencia y tranquilidad para lograr concretar al menos los más importantes objetivos previstos. Razón de más entonces para que esta Navidad llegue a nuestro devastado país con el anhelado regalo de la fe y prosperidad depositadas al pie del imaginario árbol de Navidad. A modo de simple acotación, lo que se ha destruido en décadas no puede repararse en unos pocos dias.
A través de lo ancho y largo de nuestra historia, los argentinos hemos atravezado periodos mucho más difíciles que el actual, razón de más para creer que también superaremos éste muy amargo trago. Es imprescindible que tengamos fe y confianza en nuestros gobernantes, y entre quienes habitamos este bendito país cuyo destino de grandeza renace a cada golpe como el Ave Fénix de sus cenizas.
A modo de cierre, escribimos con fervor y sinceridad las clásicas palabras ¡Feliz Navidad!. Lo sentimos con el corazón y así lo manifestamos. ¡Salud!, entonces. A celebrar con familiares, amigos y conocidos que no todo está perdido…