Era policía, mató a una rauchense y su esposo y robó para pagar el festejo de 15 en Disney de su única hija: desde la cárcel confiesa su verdad

Es el martes 11 de junio de 2019. Cerca de las cuatro de la tarde, en la casa ubicada en Eugenio Garzón 3.581, Parque Avellaneda, la Policía de la Ciudad encuentra los cadáveres de Alberto Chirico, 71 años, y de la rauchense María Delia Esperanza, 63, un matrimonio de jubilados amables y queridos por los vecinos.
Los habían matado un rato antes, entre las 12 y las 14.30, con una pistola 9 milímetros: los ejecutaron con precisión, de un tiro en la nuca a cada uno, después de robarles unos 80.000 dólares y 60.000 pesos que escondían en la alacena de la cocina, repartidos en una caja de leche Verónica, una caja de maicena, una caja de zapatillas y un caño de plástico con dos tapitas. Nada de bóvedas ni claves combinadas. Los Chirico consideraban que su tesoro estaría más seguro cerca del horno y la heladera.
Para atenuar el sonido de las detonaciones, a Alberto y María Delia les pusieron un almohadón bordó sobre sus cabezas. Antes, para atemorizarlos, o para que confesaran dónde guardaban los ahorros de toda su vida, les habían pegado varios culatazos en el cráneo: cuatro a la señora y uno a su marido.
El fiscal consideró a Soloaga autora del doble crimen de Alberto Antonio Chirico (71) y su esposa María Delia Speranza (63).
Los investigadores señalaron enseguida a la oficial de policía Sonia Soloaga, de la Comisaría 9C, que a los 34 años y con su campera bordó y chaleco celeste, hacía de “consigna” de 6 de la mañana a dos de la tarde en la cuadra de los Chirico. Rubia y de pelo largo, Soloaga se convirtió en la principal sospechosa del doble crimen porque ese mismo día había denunciado en la Comisaría 7A otro delito. Dijo que mientras iba al banco a depositar la plata para terminar de pagar el viaje a Disney que le había prometido a su hija como regalo de 15 años, la habían cruzado dos autos en Culpina y Recuero, Flores, y le habían robado su pistola y un bolso con $300.000. También sostuvo que en ese asalto la obligaron a disparar dos veces.
Su testimonio no resultó creíble. Por si fueran pocas las incongruencias, le encontraron $70.850 y restos de pólvora en su uniforme de Policía: ella dijo que correspondían a una práctica de tiro que había hecho el día anterior. Un mes después de los asesinatos la detuvieron.
Sonia, que inició su carrera en la Policía Bonaerense en 2011, y se había pasado a la fuerza porteña en 2017 con la ilusión de cobrar un mejor salario, fue a juicio. Al ampliar su declaración, reconoció que había mentido y que en realidad no le habían robado el arma y el dinero, sino que los había olvidado en el baño de la estación de servicio Shell de Mariano Acosta y Laferrere.
Algunos de los testigos complicaron la situación de Soloaga. María Florencia Chirico, hija mayor de la pareja de jubilados, casada y con dos hijas, planteó que la oficial se había ganado la confianza del matrimonio y solía entrar a la casa, donde le convidaban mate o café y le permitían pasar al baño. Más aún: María Florencia agregó que Sonia llegó a hablar de dólares con su padre -algo que a su madre no le gustaba- y que incluso él le mostró algunos billetes para que ella le dijera si eran verdaderos o falsos.
Con la comprobación de que la persona que había entrado a la casa de los Chirico lo había hecho “sin ejercer ningún tipo de violencia”, en los tribunales se impuso la hipótesis de que Soloaga había matado a los jubilados para robarles y así pagar la cuota que le permitiría cumplirle la promesa a su hija del viaje a Disney.
Sonia negó todas las acusaciones. «No pienso hacerme cargo de lo que pasó porque no tengo nada que ver. Lo lamento mucho por lo que pasaron estas personas, pero yo también importo… Yo también tengo familia: papás, hermanos, sobrinos y, en especial, tengo a mi hija, que ya tiene 17 años…”, explicó la oficial en sus “últimas palabras” antes de la sentencia.
El 5 de julio de 2021, en plena pandemia de coronavirus, el Tribunal condenó a Soloaga a la pena máxima: prisión perpetua. Cuando escuchó el fallo vía Zoom, Sonia agachó la cabeza, resignada.
Ahora, desde la cárcel de Ezeiza, es la primera vez que habla y mantiene su postura: dice que es inocente. Y llora, no para de llorar. Dice una frase y no puede contener el llanto. Se quiebra, respira, se tranquiliza. Dice otra frase y vuelve a llorar. Así durante la mayor parte de la entrevista. De a ratos, también, la congoja la deja en silencio.
En su pabellón, donde en estos días de otoño se empieza a sentir el frío, la acompañan tres mujeres, «dos de 26 años y una de 48”. Son “asimiladas”, como ella define a las presas que tienen algún vínculo con la Policía: pueden ser primas o hermanas de algún agente. Para evitar problemas, las agrupan con chicas “del gremio”. Como no tiene teléfono celular, Sonia habla desde uno fijo. “Lo que me distrae es hacer gimnasia. Por eso todos los días le dedico una hora y media a la actividad fisica”, señala.
Soloaga también trabaja en la lavandería, en una rutina de cuatros horas en las que se alista buena parte de la indumentaria del penal. “Una semana me toca trabajar a la mañana y, la otra, a la tarde”, explica en unos minutos de calma en los que se la escucha sosegada. Hasta que retoma el caso Chirico y se ensombrece. Y vuelve a llorar.
“Fue todo muy mediático… No se investigó como había que investigar. Me apuntaron a mí y listo. No hubo pruebas en mi contra. Ni huellas, ni cámaras… Las vainas que se encontraron no eran de mi pistola”, explica.
-¿Cómo pueden determinar si las vainas eran de tu pistola si tu arma nunca apareció?
-Porque en la comisaría hay un registro de qué arma usa cada policía. Además, trabajé muchos años en Provincia: Solano, La Cañada… Y no soy tonta, si tengo pensado hacer semejante locura, como mínimo levanto las dos vainas…
-¿Y quién mató a los jubilados, entonces?
-No sé. El día de los asesinatos, el señor Chirico estaba buscando a un hombre de Parque Avellaneda al que le iba a comprar una moto eléctrica… El día anterior, también, hubo una persona caminando por la vereda de enfrente de la casa de los Chirico. Además, por la zona circulaban otros polis a la mañana, a la tarde…
-Pero haber mentido te ubicó como principal sospechosa
-Sí, es cierto. Ése fue mi gran error… Si yo no hubiese mentido, no estaría presa. ¿Sabés qué pasa? Si perdés un chaleco antibala, en la Policía te pueden dar hasta 60 días de arresto. Y te los descuentan del sueldo. También te pueden echar… Por eso pido las imágenes de las cámaras de la estación de servicio Shell, que nunca aparecieron. Yo dije que ahí había olvidado mi pistola..
-La hija de los Chirico dijo que entrabas a la casa de sus padres, que pasabas al baño, que te servían café y mate.
-Nunca entré a la casa. Hacía un mes que estaba en esa esquina… Al hombre (Chirico) lo vi tres veces… Estuve mucho tiempo cerca de ahí, sobre la calle Martínez Castro. Si quería tomar café, entraba a una peluquería de Martínez Castro y charlaba con las vecinas… Pero en general no tomaba café. Siempre tenía mi equipo de mate, que dejaba en el auto, un Fiat Punto que quedó secuestrado.
-También se aseguró que hablabas de dólares con Chirico.
-La hija del matrimonio primero dijo que no sabía que sus padres tenían plata en la casa. Y a la semana siguiente dijo cuánta plata tenían y en qué lugar la escondían.
-La hija también declaró que una vez estacionó su auto de contramano, le preguntó a su padre si le ibas a hacer la multa y él le respondió: «quedate tranquila, es amiga».
-Nunca la vi a ella. ​
-¿Y es cierto que Chirico te regaló un pendrive con la música que él escuchaba?
-Eso es cierto. Un día me preguntó si me gustaba la música y acepté el pendrive, pero nunca lo escuché.
EL SUEÑO DE DISNEY COMO REGALO DE 15
“El viaje a Disney como regalo de 15 es una experiencia única, algo que te marca para toda la vida”, comenta Lily Miedvietzky, directora desde hace 33 años de Fun Time, empresa que los organiza (otras son One Five, Tije Travel, Expertur y Despegar).
El viaje se convirtió en una alternativa para las chicas que ya no se entusiasman con una fiesta de 15 tradicional, con vals, torta y álbum de fotos. Las adolescentes prefieren ir a Orlando y Miami y visitar parques temáticos y shoppings. Viajan sin padres, con otras quinceañeras, y el cuidado está a cargo de coordinadores especializados.
Para no interrumpir el calendario escolar, las salidas se programan en febrero, julio o diciembre. A quienes planean viajar en julio próximo, Fun Time les ofrece tres alternativas: la excursión de diez noches en Orlando cuesta US$5.930; la de diez noches en Orlando y dos en Miami, US$7.295; y la de diez noches en Orlando, dos en Miami y cuatro de crucero por el Caribe, US$7.990.
Las empresas organizan un festejo durante el viaje en el que las chicas se reúnen a bailar y soplar las velitas. Algunas cumpleañeras llevan su vestido blanco desde la Argentina. En general, la celebración se hace en un hotel cinco estrellas, en el Hard Rock Café o en uno de los parques temáticos.
“Los padres pueden participar de la celebración a distancia. Durante la fiesta les mandan mensajes por redes sociales y las chicas los leen en una pantalla gigante», agrega Miedvietzky.
¿Puede esa ilusión genuina convertirse en un desvelo para los padres?
“Llevo más de 30 años trabajando como fiscal, con muchos asesinatos investigados, y nunca me había encontrado con un móvil así”, señala Oscar Ciruzzi, fiscal del caso Chirico, sobre el motivo que para la Justicia llevó a Soloaga a cometer el doble crimen: poder pagar la excursión a Disney.
“He trabajado con casos de asesinatos por deudas comunes, obreros que matan al que los contrata porque no les cumple lo pactado, un aparente gatillo fácil que mató a quien le intentaba robar una goma… Pero un móvil como el de Soloaga, no, nunca. Y menos que el acusado forme parte de las fuerzas de seguridad…”, avanza Ciruzzi.
¿Puede el motivo del crimen (el regalo a su hija) influir el criterio de los jueces?
“Cuando se dicta una condena, los tribunales siempre valoran las motivaciones del delito», explica Alejandro Noceti Achával, uno de los tres jueces del TOC 7 de Capital Federal que firmaron la prisión perpetua para Soloaga. Y profundiza: «En el Código Penal se habla de las circunstancias atenuantes o agravantes… En el caso del doble crimen del matrimonio Chirico, todo indicaba que había sido por una cuestión económica. E incluso hubo quienes afirmaron que Soloaga quería regalarle el viaje a Disney a su hija para que no quedara relegada del grupo de compañeras de colegio…”.
-¿Cómo se supo eso?
-Soloaga se había hecho amiga de algunas vecinas del barrio, de la mujer que atendía un kiosco, y esos comentarios trascendieron… Se dijo que en el ánimo de Soloaga estaba cumplirle el sueño a su hija. De todas maneras, si bien lo tuvimos en cuenta, este dato no nos pareció relevante a la hora de la sentencia. En un caso tan grave no importa para qué se necesitaba el dinero… Hubiera sido igual si ella se robaba el dinero para donarlo a un orfanato.
-Al lado de eso, el viaje a Disney es algo frívolo.
-El viaje no era algo imperioso para Soloaga. No es que a su hija le faltaba una pierna y necesitaba ponerle una prótesis. Ahí sí podrías pensar en atenuar la condena. Pero igual no te serviría porque el Código Penal establece que la única pena para este tipo de delitos, el homicidio agravado, es la prisión perpetua.
DE DISNEY A VISITAR LA CÁRCEL
Sin poder creer lo que se publicaba en los medios, en Fun Time siguieron con atención el doble crimen, conscientes de lo que había generado en la opinión pública. Pero ahora prefieren dejar el tema atrás. “No quiero opinar sobre eso… Es un tema jurídico”, señala Lily Miedvietzky, la directora de la empresa.
“Yo no tenía una deuda con Fun Time. Si llegaba a pagar lo que me faltaba, mi hija viajaba en julio de 2019. Y si no, lo seguía pagando y mi hija viajaba más adelante, en diciembre o en febrero del año siguiente”, señala Soloaga.
En Fun Time, la forma de pago establece una seña de 500 dólares, se congela el precio y se reserva el lugar de la pasajera. Luego, ocho meses antes de la salida, se refuerza con otros 1.200 dólares. Y el saldo se abona 60 días antes de la fecha del viaje.
Soloaga había empezado a pagar la excursión de su hija a mediados de 2018. «Hacía transferencias por homebanking», revela. «Y el padre de mi hija me dio unos 1.200 dólares».
-En el juicio se dijo que te faltaba pagar 6.021 dólares, que equivalían a $276.000 a mediados de 2019, y que en los dos últimos años, por “horas adicionales”, habías sumado menos de la mitad: $109.728.
-No sé de dónde salieron esos números… Yo ganaba muy bien como policía de la Ciudad: $80.000. Era un muy buen sueldo. Y le sumaba los “adicionales” que hacía todos los días en el Hospital de Clínicas.
-También se planteó que si tu hija no viajaba a Disney podía quedar relegada entre sus amigas.
-¿Quién dijo eso?
-¿Tu hija estaba muy ilusionada con el viaje a Disney?
-No. Fui yo quien se lo propuso… No es que ella estaba enganchada con eso…
-¿Habían viajado juntas alguna vez?
-Sí, en julio de 2018, cuando recién me incorporaba a la Policía de la Ciudad, nos fuimos a Bariloche en las vacaciones de invierno.
-¿Vos tuviste fiesta de 15?
-No.
En diciembre de 2022, la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional confirmó la pena máxima para la ex policía. Los camaristas Jorge Luis Rimondi, Gustavo Bruzzone y Mauro Divito dieron por «plenamente acreditado que Soloaga necesitaba dinero y le urgía conseguirlo».
Diego Pachilla, el novio de Soloaga, que había sido acusado de “encubrimiento” y estuvo 12 días detenido, fue absuelto. También era policía y trabajaba junto a Sonia en la comisaría de Parque Avellaneda.
“Para sobrevivir me ayudan mi familia y mis amigos. Hice algunos trabajos como pintor. Pero hay días en los que sólo tomo mate…”, comenta Pachilla, de 39 años, que vive con su madre en Esteban Echeverría y espera volver a ponerse el uniforme. Por «desprestigio institucional», le hicieron firmar la baja.
Según Pachilla, en el caso Chirico “todavía no hubo justicia. No creo que Sonia haya hecho lo que se dice. Yo me hubiera dado cuenta… La habría visto distinta, nerviosa… La Justicia se basó en la hija del matrimonio y no abrió la investigación para ningún otro lado. Los procedimientos estuvieron mal hechos. Las balas del arma de Sonia no coincidían con las que se encontraron en los cuerpos de las víctimas, a ella no se la vio entrando ni saliendo de la casa… El error de Sonia fue mentir. Pero tenía miedo de perder su trabajo. Ella tendría que haber denunciado el extravío del arma… El tema es que si hacés una denuncia así, la Policía no te cree…”.
-También se planteó que Soloaga necesitaba el dinero para pagar el viaje de su hija.
-Sí. Sonia siempre tuvo una relación hermosa con su hija, de ir juntas a la peluquería, de hacerse las uñas juntas. Siempre fueron muy compinches. Es más, yo las acompañé a los eventos de Fun Time en la Costanera, donde la hija de Sonia se encontraba con las chicas con las que iba a compartir el viaje. Pero eso no tuvo nada que ver. La Justicia se agarró de eso para poder acusar a Sonia…
“Uno cree que esto nunca te va a pasar, pero un día te pasa”, dice Mariano Chirico, hijo menor del matrimonio de jubilados, que acaba de volver a su casa después de visitar obras en las que trabaja como arquitecto. “No siento odio, porque el odio no te sirve de nada… Hasta podría decir que siento un poco de lástima por la persona que hizo todo esto”.
-¿Supiste algo más de Soloaga?
-No, sé que está cumpliendo su condena. En su momento estuve de acuerdo con el fallo porque el crimen no quedó impune… Es una sensación rara, mis padres no volverán jamás.
A los 41 años, a Mariano lo invade una pena profunda. Pero habla con entereza. Su papá, que se crió en Parque Avellaneda, siempre fue un laburante que trabajó como visitador médico. Su mamá había nacido en Rauch, a unos 250 kilómetros de la Capital, y se dedicó a la estimulación visual para chicos. Una actividad que requiere tanta paciencia como conocimientos científico. Pionera, María Delia cumplió su tarea en la Escuela de Educación Especial Número 35, de Caballito, y en hospitales, entre ellos el Garrahan.
“Siempre fuimos una familia de clase media. Cuando éramos chicos íbamos de vacaciones a Villa Gesell”, sigue Mariano, que al igual que su hermana cursó la secundaria en el Instituto Parroquial Luján Porteño, católico y privado, de Floresta.
Ya como jubilados, la vida de sus padres era “tranquila”. Les gustaba estar con sus nietas, las dos hijas de María Florencia, con Mariano y amigos de la familia. “Mi papá también tocaba la guitarra y cantaba todas las mañanas”, recuerda. “Era un fanático del folclore, y su tema preferido era Sapo Cancionero”.
-¿La casa de tus padres está en venta?
-Sí, pero cuesta mucho venderla porque al lado hay una casa tomada. La terminamos de vaciar hace poco. Nadie quería ir a hacer eso. Mis padres vivían allí desde poco después de casarse, en 1982… Nos daba mucha tristeza. Y eso, para venderla, nos jugó en contra.
-¿Por qué?
-Porque ahora que está vacía se ve mucho más linda.
Unas horas antes de que asesinaran a sus padres, Mariano había salido de la casa para hacer una consulta médica en el Hospital Fernández. Su dormitorio quedó intacto: nadie se llevó nada de ahí.
«A veces pienso en mi papá, pobre. Seguro que ese día abrió la puerta contento y luego sintió la responsabilidad de tener tirada ahí a mi mamá. En esos últimos segundos debe haber sufrido mucho, se habrá sentido responsable…», comenta María Florencia. «¿Cómo podía suponer mi papá que esa mujer era un demonio y le iba a pagar de esa manera?», agrega.
“Mis padres eran de otra generación. Para ellos, la Policía era un sinónimo de confianza”, profundiza Mariano Chirico.
Este martes 18 de abril, la Cámara Nacional de Casación declaró “inadmisible” el recurso extraordinario que la defensa de Soloaga interpuso para llegar a la Corte Suprema. Si no se revierte la condena, la mujer pasará al menos 35 años en prisión y recién podrá pedir libertad condicional en 2054, cuando tenga 69 años.
Su hija ya no piensa en Disney. Se conforma con visitar a su madre en el Penal y pasar una tarde junto a ella.
“Mi hija está sufriendo mucho”, cuenta Sonia.
-¿Cómo se llama?
-Prefiero preservarla…
-¿A qué se dedica?
-En la secundaria fue a una escuela privada, a una cuadra de mi casa en Florencio Varela, y ahora estudia en una universidad pública. Además es bailarina de árabe, instructora de sipalki y juega al vóley… Es muy humilde, nunca me pidió que le comprara la moto último modelo ni nada por el estilo.
-¿Con quién vive?
-Con mis padres, Adolfo y Ofelia. Mi papá sigue trabajando como vendedor ambulante, como toda su vida. Mi mamá es jubilada. Y tengo siete hermanos y siete sobrinos. Por suerte me visitan seguido.
-¿Vos también vivías con tus padres?
-Sí, vivíamos los cuatro juntos. Mis padres, mi hija y yo.
-¿Qué pasó con el padre de tu hija?
-Del padre de mi hija nos separamos cuando ella era bebé… En general, siempre fui yo sola con mi hija… Igual, él me apoya. Sabe que es una locura que yo esté acá adentro. Como los Chirico pidieron justicia, yo pido lo mismo para mí.
-¿Siempre quisiste ser policía?
-Sí, desde chica, cuando iba a la escuela. Ser policía es mi vocación. Estuve en varios enfrentamientos armados y tuve accidentes en patrullero. Por suerte nunca sufrí ninguna lesión grave… A mis padres no les gustaba que fuera policía.
-¿Por qué?
-Por los peligros que hay en este oficio.

(Fuente Clarin)