Entre payanas, bolitas y figuritas…

Ayer martes 28 de Mayo, tuve el placer de visitar un establecimiento educativo, invitado para dar una charla sobre la utilización de la energía eléctrica en nuestra ciudad. Mientras aguardaba en uno de los pasillos a que docentes y alumnos ingresaran al aula, tuve la muy feliz visión conformada por varios niños de ambos sexos jugando a la “Payana”. Estaba convencido que este juego infantil, como otros tantos, habían desaparecido aventados por tanta apabullante electrónica, trasuntaba principalmente en las computadoras y celulares.
Tuve el tiempo suficiente para observar como una niña hacía malabares con las cinco piezas cuadradas de piedra; no se detuvo hasta pasarlas por el “puente” con una extraordinaria habilidad. Hasta el más avezado de los “atorrantes” de hace setenta o más años atrás, hubiese quedado boquiabierto ante semejante demostración.
En horas de la tarde, me di a la grata tarea de recopilar datos relacionados con este juego infantil conocido como “Payana”; “Payanca”; “Payanga” o “Payaya”. Este entretenimiento era muy popular entre los indígenas Mochicas, que habitaron el norte del Perú. Pero al origen hay que buscarlo en Grecia, donde se lo conoció como “”Pentalitha” (cinco piedras). Posteriormente se hizo popular en Roma y finalmente se propagó por toda España, donde fue conocido como “Juego de Chinas” (por las piedritas que se utilizaban). Cabe aceptar que existen muchas variaciones sobre el juego de la “Payana”, como lo conocemos los argentinos.
Pero también recordé el clásico juego “de la boliya” (en lengua de barrio). El juego de la “Bolita”, era conocido en el antiguo Egipto y en la Roma Precristiana. Por ejemplo, en la tumba de un niño egipcio fallecido 3000 años antes de la era cristiana, se encontró un juego de Canicas. En Creta, las fabricaban con materiales preciosos. En la Edad Media y en Roma, era el entretenimiento más popular por excelencia. Obviamente, llegó a América con los españoles, donde se las rebautizó “bolitas”, mientras que en México se las continúa denominando “cuirias” o “cuicas”. Pero los argentinos, afectos a los cambios y a “degradar” el idioma castellano, lo llamamos el “juego de las boliyas” o “bolitas”, porque eso de “canicas” a los argentinos no nos cierra demasiado. También en este caso existen variedades.
¿Y el juego de las “figuritas”?. Por la década de 1930, aparecieron en el país los cigarrillos de marca “Vuelta Abajo”, que traían unas pequeñas tarjetas coleccionables de cartón. Después, las fábricas de golosinas imitaron esa propaganda, principalmente en los chocolatines. A partir de esos “furores” coleccionables, los chicos y no tanto se dieron a la tarea de intercambiar “personajes” de diversas índoles (desde actrices y actores de cine hasta deportistas). De esa manera, surgió el juego de las “figuritas” para aligerar y completar las colecciones en las formas más conocidas como “el arrime” y “la tapadita”, cuyas características no vienen al caso explicar.
Por lo antes escrito, tiempos hubo en que en los barrios periféricos principalmente, hubo extraordinarios expertos en los juegos de la “payana”, la “bolilla” y la “figurita”, por nombrar algunos de los más populares entretenimientos que mantenían ocupados a los niños. No pocas veces esas reuniones “timberas” terminaban en revolcadas y golpes de puño. Había muchísimo amor propio en esas cuestiones, que se exponían dentro y fuera del barrio y que generalmente se convertían en llanto, cuando alguien mejor o con mayor suerte “peluquiaba” al resto y se marchaba muy orondo sin importarle las quejas y “retobadas” de sus adversarios. Ya volverían a encontrarse al día siguiente en los recreos de la escuela, o en la esquina del barrio. Algo así como regresar por la revancha para bien o para mal. Similar a los “sogazos” que a diario la vida les ofrecía, para que fueran aprendiendo a sobrellevar esos tragos amargos con la mayor entereza e hidalguía.
En efecto, la mayoría de esos juegos cuentan con antecedentes milenarios, pero quien escribe considera que en los barrios suburbanos argentinos alcanzaron su máximo apogeo, al impulso e influjo de una mística infantil que no puede explicarse con palabras…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario
Por favor ingrese su nombre