En noviembre Misa Rociera en nuestra Parroquia

El Coro Nuestra Señora del Rocío y la Hermandad Rociera de Ayacucho tienen programado despedir al Padre Martín Ripa con una Misa Rociera, fijada para el sábado 16 de noviembre en la Parroquia Nuestra Señora de la Purificación.
Precisamente en este Año Jubilar Mariano del Rocío dispuesto por el Papa Francisco, con motivo del Centenario de la Coronación Canónica de la Blanca Paloma de Almonte, es que también la Hermandad Rociera de Ayacucho se ha plegado a estas actividades festivas. Coincidiendo con la despedida del actual cura párroco de nuestra ciudad, el sábado 16 de noviembre, los peregrinos rocieros le cantarán a la Virgen en su advocación del Rocío y pedirán la bendición para el nuevo destino que espera a quien por seis años estuvo al frente de la grey católica ayacuchense, el Padre Martin.

Mensaje de la Diócesis de Huelva a los rocieros y peregrinos con motivo del Año Jubilar Mariano de Nuestra Señora del Rocío
«Queridos hermanos y hermanas:
El Santo Padre, nuestro querido Papa Francisco, nos ha concedido un Año Jubilar con motivo del Centenario de la Coronación canónica de nuestra Madre, la Virgen del Rocío. Iniciamos, pues, un tiempo de gracia para crecer en nuestra vida cristiana. El lema de este año es “Reina del Rocío: caminar con María hacia Cristo”. Este lema es como un faro que nos ayudará a profundizar y dar sentido a todos los actos en los que participemos: romerías, peregrinaciones, visitas a la Virgen, sea en el Santuario o en la Parroquia de Almonte, donde podremos obtener las gracias del Jubileo.
En este sencillo mensaje que os ofrezco pretendo ayudaros a cumplir los requisitos para alcanzar la indulgencia plenaria –confesión, Credo, oración por la Iglesia y celebración de la Eucaristía– a la luz del lema de este Año. Contemplamos a María como Reina, coronada por Dios con la corona de gloria que no se marchita y coronada por el cariño de sus fieles que la acogen como Madre y como Reina de sus corazones. Con Ella queremos caminar hacia el encuentro con su Hijo, el Pastor divino, el único Salvador del mundo.
Caminar:
La vida siempre es un camino. O mejor, una encrucijada de caminos. Nos preguntamos constantemente por dónde ir, cómo acertar, dónde está el camino que nos lleva a la felicidad auténtica. Decía San Agustín: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón anda inquieto hasta que descanse en ti”. En este caminar hay avances y retrocesos, hay caídas y tropiezos; hay cansancios y desánimos… A veces hacemos el camino guiados por los mandatos de Dios y a veces en la oscuridad de nuestros egoísmos experimentando nuestra debilidad y la necesidad de purificar nuestras almas.
En este año jubilar la peregrinación al Rocío se convierte en una invitación a realizar un camino de purificación. Tomamos conciencia de nuestros errores y de nuestras miserias, pero también de la misericordia de Dios que nos perdona siempre y nos da la oportunidad de nacer de nuev
Recordemos al hijo pródigo que recapacitó y se dijo: me levantaré y me pondré en camino hacia mi Padre. Contemplemos el costado abierto del Señor como manantial que purifica todo lo que toca. Sus heridas nos han curado. Caminemos con esta confianza y dejémonos renovar por la gracia de Dios. Redescubramos la alegría de llamar Padre a Dios y reconozcamos que la sangre de Cristo, derramada por nosotros, nos da nueva vida.
Vivamos también la peregrinación jubilar como un camino de reconciliación con los hermanos. Muchas veces en el camino de la vida aparecen divisiones y conflictos, que nos separan de nuestros prójimos. Si estas divisiones se enquistan, anidan en nuestros corazones el odio y el rencor. En ocasiones, estos problemas entre nosotros proceden de injusticias y explotación de los hermanos más débiles, generando una sociedad tensa y deshumanizada. El año jubilar en la historia de la Salvación siempre es una llamada a reconstruir nuestras relaciones humanas de acuerdo con el plan de Dios sobre nosotros: hacer de la humanidad una auténtica familia reconciliada en el amor fraterno y en la paz, compartiendo los dones que Dios nos ha regalado a todos para que vivamos en las alegría.
Si caminamos con este deseo de purificación y reconciliación, podremos celebrar el Sacramento de la Penitencia, como abrazo del Padre que nos permite comenzar de nuevo una vida llena de alegría en Cristo. Así se vive auténticamente la gracia del jubileo y así se mostrarán los auténticos valores del Rocío: la alegría y la fraternidad.

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