El testamento que no podrían firmar

Escribe: Eduardo A. Volonté.-

“…Pido ser enterrado con toda modestia como corresponde a mi carácter de católico (…)
“No tengo ascendientes vivos y no he tenido descendientes de ninguna naturaleza, por lo que (…) nadie podrá, invocando parentesco ni consanguinidad con el otorgante, reclamar al Estado favor, emolumento, beneficios o pensión alguna.”

“Es mi última voluntad, por otra parte, que no se decreten honores ni honras oficiales de ninguna especie. No hago institución alguna de herederos, porque no tengo ningún bien de que disponer.”

“(…) Declaro que este es mi único testamento firme y valido, que revoco cualquier otro anterior y que dejo encomendado a mis amigos el doctor Silvio E. Bonardi, el señor Elvio Gabriel Anchieri y el señor Carlos Borzani el cumplimiento de estas disposiciones”.

Así expresaba su última voluntad el 24 de agosto de 1949 por ante el escribano José Antonio Basso, Elpidio González, quien fuera Vicepresidente de la Nación durante 1922-1928.

No exageraba ni mentía cuando afirmaba “no tengo ningún bien de que disponer”, ya que ocurrida su muerte a las 4.20 de la madrugada del 18 de octubre de 1951, entre sus escasas pertenencias se encontró un sobre con veintidós pesos. Solo dejaba como herencia esa modesta suma.

RADICAL DE SIEMPRE

Repasando en forma somera su vida, digamos que consustanciado desde sus épocas de estudiante en Córdoba con los mismos ideales renovadores de la vida política que bajo el impulso de Hipólito Yrigoyen cundían por el territorio de la república, dedicó su vida a la causa de la Unión Cívica Radical, a la causa de los desposeídos.

Hizo de ella un apostolado que lo llevó a rechazar sistemáticamente todos los cargos que le ofrecieran sus correligionarios, incluso la gobernación de Córdoba.

Solamente ante la tenaz insistencia de Yrigoyen aceptó integrar la fórmula presidencial de 1922 y desempeñar el ministerio del interior desde 1928 hasta el golpe del 6 de Septiembre de 1930.

EL CALVARIO

Con la restauración oligárquica instaurada en esa fecha en el gobierno comienza su calvario y sus prisiones. Que soporta estoicamente con su inmensa fe en Dios y la tranquilidad de espíritu que le brindaba la pureza de todos sus actos.

Nuevamente en libertad, don Elpidio encuentra en la fábrica de anilinas de un amigo el método de ganarse honradamente la vida para poder mantener su digna pobreza.

Sabedor el gobierno fraudulento del Gral. Justo de su angustiante posición se le ofrece una casa municipal para que la habite gratuitamente, a lo que se niega terminantemente.

Inspirado en su cada vez más crítico pasar económico, es aprobado un proyecto de pensión de $ 3.000 para presidentes y de $ 2.000 para vices, pero a pesar de la insistencia de sus amigos, su decisión de no aceptar ese beneficio es rotunda.

Y envía una nota al presidente comunicando “mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley. Al adoptar esta actitud cumplo con íntimas convicciones de mi espíritu. Entregado desde los albores de mi vida a las inspiraciones de la UCR, teniendo anhelos de bien público, jamás me puse a meditar en la larga trayectoria recorrida, acerca de las contingencias adversas o beneficiosas que los acontecimientos me pudieran deparar”.

“No esperaba pues, esta recompensa, ni la deseo, y al renunciarla me complace comprobar que estoy de acuerdo con mis ideales mas arraigados. Confío en que Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado”.

Nuevos ofrecimientos de los sucesivos gobiernos no lo hicieron volver atrás en su decisión; transcurrían así sus días en medio de una pobreza casi total, cuando mientras se encontraba en su labor cotidiana de venta de anilinas, sufre en 1949 una caída de la que luego de una delicada operación queda imposibilitado de caminar.

Sin estridencias, con la misma humildad y desinterés con que vivió su vida al servicio de una causa, en el último acto quiso también legarnos su más rico patrimonio: el ejemplo de una conducta inquebrantable, de su austeridad franciscana y de su profundo amor por la patria.

Consulta y final: ¿Ud. lector imagina a muchos/as vicepresidentes que puedan firmar un testamento así?.-