Escribe: Eduardo A. Volonté.-
La existencia o la ubicación física del Paraíso o Jardín del Edén ha sido y sigue siendo motivo de elucubraciones e investigaciones por parte de investigadores e incluso teólogos.
Pero existe otro Paraíso que tiene ubicación conocida. Más precisamente en Cruz Chica, a unos tres kilómetros de La Cumbre, provincia de Córdoba.
Nos referimos a El Paraíso, la residencia durante los últimos quince años de su vida, hasta su muerte el 21 de abril de 1984 del escritor Manuel Mujica Lainez, Manucho para los conocidos.
La señorial casona en la cual el escritor atesoró una importante biblioteca de cerca de 15.000 valiosos volúmenes, una pinacoteca con obras de renombrados pintores -Soldi, Victorica y Basaldúa entre otros-, e innumerables objetos de arte, esculturas de Fioravanti, Juan Zorrilla de San Martín, Yrurtia y Paúl Troubetzkoy, y mobiliario que incluye un escritorio de José de San Martín, es hoy un museo que administra una Fundación creada por la viuda del escritor en 1989.
El Paraíso, un caserón de falso estilo colonial, proyectado en 1915 por Leon Dourge, autor del Palacio Duhau en Buenos Aires, fue adquirido por Mujica Lainez en 1969 y allí vivió con su esposa Ana de Alvear y sus tías, hasta su deceso en su habitación del primer piso.
La casona construida por encargo de Ramón Avelino Cabezas, un fuerte comerciante de ropa en Buenos Aires, se concluyó en 1922.
SU LUGAR
Según se ha relatado, Manucho paseaba por Cruz Chica cuando vio un cartel diciendo “Se vende El Paraíso”, ahí mismo decidió comprarla, vendiendo algunos cuadros de su colección y el resto en cuotas, recordando que once años antes él había escrito “Invitados en el Paraíso”. Desde ese momento, ese lugar fue “su lugar” en el mundo.
También habrá alimento su fantasía y atracción por las supersticiones el hecho que siete millones demandó la compra de esas siete hectáreas con siete casas.
“Aquí está, objetivamente, todo lo que soy. Quien recorra este sitio se asoma a mi corazón y a mi memoria», decía Mujica Lainez para agregar “Una de las singularidades de El Paraíso ha sido la forma en que mis objetos se adecuaron a él. Cada uno fue, sin vacilar, al sitio que le correspondía, como si yo lo hubiese adquirido para ese lugar”.
La casona tiene un gran salón con piso de mármol blanco y negro, en el que Manucho colgó un centenar de cuadros de sus antepasados, una sala de uso diario, un jardín de invierno, y la biblioteca.
También posee un gran comedor, dos habitaciones, un gran patio andaluz y el cuarto rosa para huéspedes. En la planta alta, se encuentra su habitación del escritor, otro cuarto con vitrinas con condecoraciones y objetos personales, y el escritorio donde se recluía a escribir.
El extenso parque que incluye la tumba de Cecil su adorada perra de raza whippet, constituye un atractivo por sí mismo.
Entre las muchas variedades que allí crecen se destacan un centenario alcornoque, ciprés, frutales, un cedrón que utilizaban para el té, lavandas, tilos, jazmines, dalias y muchas otras.
Recorrer los ambientes de la casona, observar cada uno de los objetos que Manucho atesorara (entre ellos la colección de manos ubicada en el baño), caminar por el parque, llevan al visitante a inevitablemente a imaginar que en cualquier momento aparecerá por ahí el escritor con su monóculo, su sombrero gris, sus bastones o su anillo de lapislázuli con forma de escarabajo.-