Escribe: Eduardo A. Volonté.-
Se cumplirán el 9 de Julio, 209 años de la Declaración de la Independencia, proclamada en San Miguel de Tucumán en 1816.
Se produjo en ese lugar y fecha, algo más que una simple declaración de principios. Significó también aquel acto, la firme decisión de ejercitar en plenitud la soberanía, constituirnos en Nación y echar a andar un destino propio al declarar disueltos los últimos vínculos que nos ligaban a la Corona de España o cualquier otra potencia extranjera.
Aquel Congreso desempeñó su misión en horas angustiosas e inciertas. No fue todo tan fácil como suelen pintarlo las estampas escolares.
Tal vez quien mejor lo describió haya sido Bartolomé Mitre cuando dice que “presenta uno de los más raros fenómenos de la historia argentina. Producto del cansancio de los pueblos; elegido en medio de la indiferencia pública; federal por su composición y tendencias y unitario por la fuerza de las cosas; revolucionario por su origen y reaccionario en sus ideas; dominando moralmente una situación sin ser obedecido por los pueblos que representaba; creando y ejerciendo directamente el poder ejecutivo, sin haber dictado una sola ley positiva en el curso de su existencia; proclamando la monarquía cuando fundaba la República; trabajado interiormente por las divisiones locales, siendo el único vínculo de la unidad nacional; combatido por la anarquía, marchando al ocaso, cediendo a veces a las exigencias descentralizadoras de las provincias y constituyendo instintivamente un poderoso centralismo, este célebre Congreso salvó, sin embargo, la revolución y tuvo la gloria de poner el sello a la independencia de la Patria”.
Y al considerarlo así, en su verdadera dimensión humana, producto de la decisión de un grupo de hombres con sus miserias y grandezas, sus aciertos y yerros, conjugando diversos orígenes y tendencias, es que aquel acontecimiento cobra mayor trascendencia y pone de relieve cuan valioso es el sentido de unidad en lo fundamental, por encima de todas las diferencias.
Los 209 años de aquella jornada nos encuentra a los argentinos transitando una democracia consolidada en lo formal, a pesar de permanentes embates que desde el mismísimo Poder Ejecutivo se le efectúan y que ponen en riesgo la división de poderes, el federalismo y los derechos constitucionales.
Pero también existen numerosas asignaturas pendientes, entre ellas, las que quizás más se destacan son lograr una mejor y más justa distribución del ingreso, reducir los índices de pobreza y marginalidad, poner la educación pública a la altura de los tiempos, generar una sociedad sin exclusiones.
Pero sin soslayar la realidad y lo cotidiano, es bueno que esta fecha sirva para la reflexión sobre qué país pretendemos ser, sobre cuál es el destino común al que aspiramos, y al amparo de esa decisión de ser libres que nos legaran hace 209 años, imitando los sacrificios, renunciamientos y audacia de aquellos representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, empecemos a hacer cierta una Argentina para todos, donde se hagan verdad los sueños de aquellos congresales de Tucumán.