El legado de la Reforma Universitaria

Escribe : Eduardo A. Volonté

 Sin duda alguna, que uno de los hechos educativo-culturales más importantes de la historia argentina lo constituye el movimiento estudiantil iniciado en Córdoba  en 1918 y conocido como la Reforma Universitaria.

Fue este movimiento hijo legítimo de la realidad social y educacional de entonces,  por eso se produce en la vetusta universidad cordobesa, último bastión de la resistencia al cambio que los tiempos y el adelanto de las ciencias  exigían.

El atraso científico de la universidad fundada por Trejo en 1613 llegaba al extremo de no contar su biblioteca  con un solo volumen de Darwin, o de incluir el programa de filosofía una bolilla dedicada a los “deberes para con los siervos”. La investigación era nula, los métodos primitivos.

Las cátedras, verdaderos feudos de cada profesor, eran manejados a su antojo por la poderosa tertulia denominada “Corda Frates”.

La reacción estudiantil  

Contra este panorama se levantan los jóvenes universitarios. A comienzos de 1918 constituyen el Comité Pro-reforma que en marzo decide las huelgas por tiempo indeterminado; el 11 de abril el Presidente Yrigoyen decreta a su pedido la intervención designando a José Matienzo; ese mismo día se funda la  Federación Universitaria Argentina.

La intervención modifica los estatutos, democratiza la intervención de autoridades y convoca a elegir Rector el 15 de Junio, contando el candidato de los estudiantes con todas las posibilidades de éxito; sin embargo, merced a la acción de Corda Frates, el resultado es otro, y a partir de allí la historia comienza a precipitarse.

Los estudiantes burlados, decretan la  huelga general. Los hechos se suceden hasta que gracias a la decisión del Presidente Yrigoyen de profundizar los contenidos del movimiento reformista, y mediante la designación del propio Ministro de Instrucción Pública como interventor se logra la aplicación de un plan de reformas que merece la adhesión estudiantil y por lo tanto la finalización de conflicto.

El pensamiento de aquellos jóvenes reformistas quedó magistralmente plasmado en el denominado Manifiesto Liminar dado por la “Juventud Argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica”.

Ese movimiento reformista iniciado en Córdoba y prontamente extendido a las restantes universidades nacionales [Bs. As. y La Plata], y las provinciales [Santa Fe y Tucumán], constituyó una verdadera revolución cultural en el país y América.

La democratización que trajo la reforma produjo una apertura a todos los sectores de la comunidad sin más limitaciones que las inherentes a la natural capacidad de cada uno.

 Las proyecciones y postulados reformistas aún permanecen vigentes, y su repercusión internacional –especialmente en Latinoamérica- contribuyó a configurar un basamento educacional y cultural propio, en todos aquellos países  donde se extendió y aún perdura.

Movimiento quizás más profundo en su contenido y que se produjo 50 años antes de los sucesos protagonizados por estudiantes en París durante el Mayo Francés”  de 1968.

 Sus postulados  

Sus lineamientos básicos pueden sintetizarse en  la democratización del gobierno universitario mediante la Autonomía para gobernarse a sí misma,  y el Cogobierno entre docentes, estudiantes, y graduados; la Periodicidad de Cátedras, para garantizar la renovación de ideas y un libre acceso a las mismas mediante Cátedras Paralelas; la Gratuidad de la Enseñanza como garantía de la igualdad; la Extensión Universitaria, para insertar a la universidad en la realidad social y ponerla al servicio de los intereses  nacionales.

No menos importantes  son los principios de asistencia libre, docencia libre, la publicidad de los actos universitarios; la ayuda social de los estudiantes; el sistema diferencial para la organización de las Universidades, también  sancionados por el Primer Congreso Nacional de Estudiantes realizado en Córdoba en 1918.

Presente y futuro 

Hoy, a 107 años de aquel movimiento, la realidad universitaria obviamente es otra. Los tiempos y los problemas son diferentes a aquellos de 1918; no obstante, esta etapa –como aquella en su momento- requiere de la comunidad universitaria, imaginación, audacia y decisión para enfrentar las dificultades y hacer cierta una Universidad comprometida con el país y la búsqueda de alternativas superadoras.

No habrá futuro sin educación, progreso sin ciencia. Hoy más que nunca es necesario jerarquizar el conocimiento y la Universidad como ámbito para su producción.

Los postulados del 18 aún mantienen su vigencia. Es deber de los reformistas del presente adecuarlos a los tiempos y demandas actuales, manteniendo siempre los ideales democráticos, americanistas y de emancipación intelectual y espiritual que guiaron a los gestores de la Reforma Universitaria.

Y recordar siempre aquel mensaje del Manifiesto Liminar del 21 de junio de 1918 surgido de la pluma de Deodoro Roca : “Los dolores que quedan son las libertades que faltan”.-