El inicio de la decadencia

Escribe: Eduardo Volonté.-

Hay acontecimientos en la vida de los pueblos, que por su importancia, por la trascendencia de los hechos que suceden, por la repercusión que los mismos adquieren en el devenir del tiempo, pasan a engrosar la memoria colectiva y son recordados con la sola mención de la fecha en la cual se produjeron.

Así por ejemplo, decir 25 de mayo,  nueve de julio, dos de abril, dieci­siete de octubre, treinta de octubre, por citar solo algunas, nos remite en forma casi instintiva a la Revolución de Mayo, la jornada de declaración de nuestra independencia, al desembarco en Malvinas, a la gesta justicialista del 45, o al retorno a la vida democrática con el triunfo de Raúl Alfonsín, respectivamente.

Es en virtud de lo expuesto, que también puede acotarse que decir seis de septiembre, implica el volver la memoria a la triste jornada de 1930 que significara el desalojo por la prepo­tencia de la fuerza, de Hipólito Yrigoyen como legítimo morador de la Casa Rosada.

De nada sirvió que solo dos años antes, en 1928, Yrigoyen había sido reelecto con un abrumador  62 % de votos a favor.

Decir seis de septiembre significa ponerle fecha cierta a la decadencia argentina, al inicio de la larga noche del autoritaris­mo, los desencuentros, y los golpes militares burladores de la vo­luntad popular.

EL GOLPE

Ese  6 de septiembre de 1930, las fuerzas golpistas daban a publicidad su proclama revolucionaria, surgida de la pluma de Leopoldo Lugones:

 “…la inercia y la corrupción administrativa, la ausencia de justicia, la anarquía universitaria, la improvisación y el despilfarro en materia económica y financiera, el favoritismo deprimente como sistema burocrático, la politiquería como tarea primordial de gobierno, la acción destructora y denigrante en el Ejército y la armada, el  descrédito  internacional logrado por la jactancia en el desprecio de las leyes y por las actitudes y las expresiones reveladoras de una incultura agresiva, la exaltación de los subalterno, el abuso, el atropello, el fraude, el latrocinio y el crimen, son apenas un pálido reflejo de lo que ha tenido que soportar el país”.

“Al apelar a la fuerza para libertar a la nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y generoso ideal”.

 “…Tratará el gobierno provisorio de respetar todas las libertades, pero reprimirá sin contemplación cualquier intento que tenga por fin estimular, insinuar o incitar a la regresión”.

 “…La indispensable disolución del actual Parlamento obedece a razones demasiado notorias para que sea necesario explicarlas”.

 “…Invocamos pues, en esta hora solemne, el nombre de la Patria y la memoria de los Próceres…”.

Con estas frases tan rimbombantes como vacías de realidad, que lamentablemente se repetirán cíclicamente a lo largo de la historia política contemporánea, pretendiendo justificar la injustificable decisión de interrumpir un proceso democrático, daba comienzo la dictadura militar encabezada por el Teniente General José F. Uriburu que inaugurara una triste serie de golpes militares.

LA NOCHE

En consonancia con este derrocamiento, caían también los gobiernos legítimos de Crovetto en la provincia de Buenos Aires y de Anastasio Legorburu en la municipalidad de Ayacucho.

Escasas horas debieron pasar de ese fatídico 6 de septiembre para que el régimen instaurado dejara al desnudo su carácter violento, antipopular, autoritario y facistoide.

Torturas, prisión, exilio, muertes, fueron las herramientas a las cuales debió apelar el gobierno de facto para poder ejercer su ilegítimo poder.

Temerosa la dictadura del presidente depuesto, luego de mantenerlo detenido en los buques de guerra “Belgrano” y “Buenos Aires”, el 29 de noviembre, Yrigoyen es desembarcado con sus setenta y ocho años a cuestas, en la isla Martín García donde permanecerá detenido hasta febrero de 1932.

Creía erróneamente la dictadura que encarcelando a Yrigoyen se maniataba y silenciaba también al Radicalismo.  Nada más equivocado que esa suposición.

Pocos meses después, el 5 de abril de 1931, el pueblo diría en las urnas  cuál era su opinión. Pero esa es otra historia.

El 6 de septiembre de 1930 significó el inicio de la decadencia argentina y la inestabilidad política, la marginación de la soberanía popular y el largo ciclo de los golpes cívicos-militares.-