La periodista Estefanía Heit y su marido, el falso pastor Jesús Olivera en el juicio.
Ocurrió en 2012 cuando los secuestradores encerraron a una mujer durante tres meses. Los detalles del juicio y la condena de un caso que conmocionó a la sociedad.
El 12 de noviembre de 2012, Sonia Molina aprovechó un descuido, rompió un ventiluz y logró huir de la vivienda de Gran Bourg al 1800, en Coronel Suárez. Había perdido casi 20 kilos después de estar 90 días bajo cautiverio. Con las escasas fuerzas que le quedaban, llegó a la comisaría para hacer la denuncia. Por su débil estado de salud y su confusión, los policías tardaron en entender la historia. Era difícil de creer que a una mujer la hubieran reducido a la servidumbre, con torturas y abusos sexuales, en esa tranquila ciudad bonaerense, donde todos (o casi todos) conocen al vecino (o creen conocerlo).
Los señalados por la mujer como sus captores eran la periodista Estefanía Heit (29 años), y su marido, el falso pastor Jesús Olivera (28). Al día siguiente, los hombres de azul fueron a detenerlos y dieron con ella en la casa, y recién horas más tarde cayó él en la ciudad de Carhué.
Al principio la noticia no solo causó estupor, sino que la historia era difícil de creer. Es que Heit era muy conocida por los vecinos y constituía una de las caras visibles del canal local. Pasó de ser “Fanny”, la conocida periodista de Coronel Suárez, a la autora de una historia de terror.
Tanto ella como su marido siempre negaron los abusos, la violencia y hasta que la mujer viviera en su casa. “Nos veíamos de vez en cuando, y alguna vez se quedó a dormir”, dijeron antes del juicio que enfrentaron.
La historia de Molina con la pareja había empezado meses antes de esa fuga. La masajista, reflexóloga y cuidadora de ancianos vivía y trabajaba en Río Colorado, hasta que Olivera “la convenció” de irse a vivir a Coronel Suárez. Antes le hizo le hizo vender la casa, sus pertenencias -como una moto- y la alejó de su familia. Pero a la vivienda Sonia “la vendió” dos veces (algo que le generó después una causa) para entregarle a la pareja unos 100.000 pesos.
Olivera, pastor de la congregación Amar es Compartir, le había prometido a la mujer un puesto importante en una nueva agrupación también solidaria, Visión XXI, que iban a crear. Luego seguiría, siempre según la promesa, sus días en Santa Rosa, la capital pampeana. Nada de eso pasó. Tras hospedarse en dos hoteles un tiempo, el 9 de agosto de ese 2012 se fue a vivir con la pareja, quienes se quedaban con todo ingreso que Molina obtenía por sus trabajos.
Testimonio desgarrador
El 26 de mayo de 2014 el Tribunal Criminal 1 de Bahía Blanca dio a conocer el fallo condenatorio de la pareja. Antes pasaron decenas de testigos aunque los dichos de la víctima fueron los que retumbaron en el recinto.
Allí ratificó que había sufrido abusos sexuales por vía “vaginal, oral y anal” encerrada en una habitación. También contó que la golpearon, le hicieron comer polenta con heces de perro y la amenazaban con que algo le podía pasar a su hija, que se había quedado en Río Colorado con el padre.
“Fueron tantas veces que no recuerdo la primera”, respondió cuando la consultaron sobre las veces que sufrió abuso y violencia. “Supuestamente me golpeaban para sacarme el demonio”, agregó. Y contó que la poca comunicación que tenía con su familia era monitoreada por los captores, que le escribían lo que tenía que decir.
La Justicia no solo la escuchó sino que le creyó. Fue, para la defensa de Molina, la primera vez que un tribunal le daba tanta relevancia a la voz de la víctima. Por eso no sorprendió la condena a 13 años de cárcel para la periodista, como coautora de reducción a servidumbre o condición análoga, en concurso real con lesiones graves y estafas reiteradas. A Olivera, el falso pastor y que en realidad hacía trabajos en durlock, con la misma coautoría, le sumaron cinco años más de prisión por el abuso sexual con acceso carnal “agravado por haber sido cometido por un ministro de un culto no reconocido”. El fallo y las penas quedaron firmes en mayo de 2020, con el aval de la Corte Suprema.
Al dictar sentencia el tribunal también tuvo en cuenta la personalidad “dócil” de Molina y que por su espiritualidad “era capaz de no pensar en ella con tal de hacer lo que le pidiera su pastor”. Tras ese juicio, siguió su vida en Río Colorado, abocada al trabajo social en una iglesia evangelista.
En tanto, Heit quedó embarazada de Olivera durante el encierro y la Justicia la liberó en 2017 para que siguiera con prisión domiciliaria debido a que padecía diabetes gestacional. Olivera, en cambio, preso en Bahía Blanca, debería recuperar la libertad a fines de 2030. (DIB) FD