Se trata de Kristen Theodor Knudsen, quien asesinó al padre Luis Pérez en Bahía Blanca. El hecho tuvo hipótesis vinculada a lo político. El cuerpo del sacerdote descansa hoy en la catedral de esa ciudad.
El recuerdo de Pérez en la Catedral bahiense. (Foto La Nueva Provincia)
Por Fernando Delaiti, de agencia DIB
Cuando Kristen Theodor Knudsen entró a la que ahora es la Catedral Nuestra Señora de la Merced de Bahía Blanca, ya sabía lo que iba a hacer. Este hombre nacido en Dinamarca hacía 26 años se sentó y esperó su momento. Eran las 7.30 de la mañana en punto cuando el sacerdote español Luis Pérez arrancó con la misa. Todo parecía marchar sobre los carriles normales, llevando la palabra de Dios a los fieles que estaban allí ese 4 de marzo de 1923.
Sin embargo, todo cambió en un segundo. Knudsen subió al altar, la gente no entendía el por qué y el cura, que estaba de espaldas ya que así se oficiaba la misa en esos años, menos. Sin mediar palabra el danés sacó de su bolsillo derecho del saco un cuchillo y apuñaló al religioso, que cayó desplomado al piso. Le sepultó la hoja en el abdomen, hasta que el mango hizo tope.
El joven bajó a la hilera de bancos, sin perturbarse por los gritos de los fieles, y se sentó en uno de ellos sin intentar huir. Fue el vecino Pascual Forte, una de las personas que había asistido a la misa, quien lo retuvo hasta que llegó al lugar el primer efectivo de la comisaría Segunda, que estaba en la zona.
A Pérez lo llevaron de urgencia al hospital, pero los médicos no pudieron salvarle la vida. Llegó al quirófano con el cuchillo clavado en su cuerpo y murió allí, desangrado, veinte minutos después del ataque. Mientras que pasado el mediodía, en el lugar que fue atacado, el sacerdote nacido en la provincia de Aragón, fue velado.
Una vez en la comisaría, según publicó el diario La Nueva Provincia, Knudsen decidió no emitir palabra. Sólo entregó un breve escrito en el que figuraba su nombre y que era “dinamarqués”.
Teorías políticas
La prensa de la época coincidió en calificarlo como un desequilibrado mental, pero al mismo tiempo empezaron a hablar de las motivaciones políticas que podría tener el ataque. En ese sentido, calificaron a Knudsen como un extremista político y “maximalista”. La repercusión en ese momento fue tal que hasta el prestigioso diario New York Times le dedicó un espacio al hecho.
Cabe recordar que los inicios del siglo XX estaban marcados por las tensiones y enfrentamientos entre sectores anarquistas y la Iglesia Católica. Años antes, esta institución a través de la denominada “Doctrina Social” condenaba al capitalismo liberal vigente y a la revolución socialista amenazante. De hecho, a partir de este instrumento, inició una política de acciones sociales, periodísticas y económicas tendientes a disputar espacios con los sectores socialistas y anarquistas. Y allí encuadraba la teoría de un “Knudsen marxista”.
No obstante, ni intentó escapar ni en su breve declaración escrita dio indicios de haber matado por política. “Mi religión es del Evangelio”, escribió ante el requerimiento policial acerca del motivo del crimen. Y agregó textualmente: “He matado al cura en manda de Dios”.
La noticia en el New York Times.
Quien jugó un rol importante para la investigación fue el psiquiatra Rafael Hernández Ramírez, que con el visto bueno del juez se hizo pasar por un delincuente para compartir calabozo con el asesino. Sus conclusiones fueron letales: lo consideró un “enajenado mental”, una especie de “reformador comunista místico”. Tras definirlo de “irresponsable”, recomendó que pase el resto de sus días en un manicomio.
Más allá de esto, en el trabajo “Asesinato en la Catedral”, de Mario Ortiz, el docente teoriza, por el contexto nacional, sobre “un posible atentado político contra la Iglesia católica bahiense”. Y lo cierto es que hubo ciertas publicaciones de extrema izquierda que buscaron apropiarse de Knudsen y su asesinato.
Más tarde, la sorpresa
Sobre la vida del dinamarqués no se supo más. Tampoco se habló por mucho tiempo del crimen, que quedó en el olvido hasta el momento que exhumaron el cuerpo del cura, a 42 años de esa trágica mañana.
Los presentes en ese momento no podían salir de su asombro cuando encontraron el cuerpo de Pérez intacto, momificado. Fue allí que la Curia decidió darle sepultura en la Catedral y se puso una placa que aún lo recuerda. “Inmolado en esta Iglesia celebrando la S. Misa”, reza el escrito.
Desde el 7 de marzo de 1965, sus restos están sepultados en el sector izquierdo del atrio de la Catedral. Mientras que los de Knudsen vaya a saber dónde los llevó el destino. (DIB) FD