«El Cardal»: obsequio a la vista y tributo a la historia

Escribe: Abel G. Bruno

En cumplimiento de varios días de descanso, recientemente aproveché la grata oportunidad de acompañar a varias personas hasta la estancia “El Cardal”, previa autorización de su propietario, Oscar Emilio Solanet. El contacto con los interesados en visitar el histórico establecimiento de campo se produjo a través del médico veterinario Néstor Videla, de Mar del Plata, pero actualmente ejerciendo su profesión en Santa Fe. Llegó a Ayacucho, acompañado de Carlos Videla (ambos cuentan con familiares en nuestra ciudad). También fueron integrantes del viaje, Omar Pérez y Carlos Yotti, de Tandil.
Imposible pasar de largo al arribar al antiguo paraje “Solanet”, otrora estación del Ferrocarril del Sud (posteriormente Gral. Roca). Se hizo obligada una recorrida por el club con su primitivo “traje” de chapas de cinc, y lo que queda del antiguo almacén de ramos generales y despacho de bebidas con su restaurada cancha de Pelota a Paleta, cuyo actual propietario es el Sr. Ricardo Ciganda, quien nos atendió con abierta y amable deferencia.
Una vez en “El Cardal”, traspuesto el llamativo tramo de hormigón armado que en épocas de mucha lluvia y por ende agua acumulada asegura el tránsito, dejando a la derecha el palomar, fuimos recibidos por el dueño de casa. Después de las consabidas y obligadas presentaciones, que mejor que Oscar Emilio Solanet, para acompañarnos durante una recorrida “de lujo” donde a la par de adentrarnos en la historia de los célebres Aimé Tschiffely, y los caballos criollos “Gato” y “Mancha”, recogimos a raudales el maravilloso obsequio con que el natural entornó natural nos envolvió. A los perfectos y muy bien cuidados senderos, se agregó la variada y exuberante floresta que caracteriza “desde siempre” a este más que centenario casco de estancia que fue dotado por los ancestros de Oscar Emilio, con todos los adelantos técnicos y paisajísticos de la época, mantenidos en perfecto estado de conservación.
El monumento donde yacen los huesos de los extraordinarios caballitos criollos; el templete que guarda la urna con las cenizas de Aimé Tschiffely; los galpones donde aún se trabaja con los mejores exponentes de la raza; otras edificaciones de una época en la que trabajaban mensuales, capataces y reseros, además de los puesteros, hasta arribar a la matera donde entre otras antigüedades, aún se observan los pequeños murales pintados por Tschiffely, en sus horas de ocio y descanso junto al personal.
Desde el primer paso al último, todo fue un compendio de extraordinarias sensaciones. Antes de emprender el regreso, tuvimos la oportunidad de visitar la sala ubicada en el chalet, convertida desde hace muchos años en un centro de información relacionada con la marcha concretada entre los años 1925 a 1928 por el jinete suizo y los dos caballos, uniendo Buenos Aires con Nueva York (Estados Unidos de Norteamérica). Cientos de elementos “originales” destacan a ese escritorio que perteneciera al Dr. Emilio Solanet, en un mini-museo único a nivel mundial.
Entre los últimos estertores de una tarde agonizante, iniciamos el retorno a Ayacucho. Quien escribe, sumamente agradecido por la deferencia que tuvo Oscar Emilio Solanet, para recibirnos. En cuanto a los señores Omar Pérez, Carlos Yotti, Carlos Videla y Néstor Videla, concretaron un sueño largamente acariciado. Fue lo que comúnmente suele decirse: “una jornada agradable a todos los sentidos…”.

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