Del Potro, junto a Lourdes Carlé, en Miami.
El tandilense no juega desde el 19 de junio de 2019. Transita otro ciclo de recuperación pensando en los Juegos Olímpicos.
Hace dos años, Juan Martín Del Potro disputó su último partido de tenis. Fue por la primera ronda del ATP 500 de Queen’s, en el césped inglés.
Tras derrotar al canadiense Denis Shapovalov por 7-5 y 6-4, ni por asomo el tandilense imaginaba que por delante tendría la inactividad más prolongada de su carrera.
En un pasaje de ese match ante el norteamericano, “Delpo” patinó en su carrera hacia la red en la búsqueda de un tiro corto y se resintió de la lesión en la rótula de la rodilla derecha, acaecida meses atrás en el Masters 1000 de Shanghai 2018.
Pese al contratiempo, Del Potro logró cerrar con triunfo su partido ante Shapovalov, pero horas después anunció su deserción de cara al compromiso de octavos de final, instancia en la que lo esperaba el español Feliciano López.
Tras una primera intervención quirúrgica y un infructuoso tratamiento regenerativo, los dolores persistieron y sobrevinieron otras dos operaciones, la más reciente en marzo de este año.
Hoy, a dos años de esa patinada en el césped londinense, la participación en los Juegos Olímpicos de Tokio son el principal aliciente en el trabajo de rehabilitación, contrarreloj, que transita el tandilense.
La cita olímpica comenzará dentro de poco más de un mes y, hoy, parecería utópico que Del Potro, que apenas días atrás mostró sus primeros impactos con la raqueta tras la última intervención quirúrgica, pueda llegar a Japón con aspiraciones concretas de conseguir algo grande.
Sin embargo, está dispuesto a escribir otro capítulo con olor a leyenda dentro de una carrera pletórica de proezas.