De Mar del Plata al mundo: la pareja que cruzó el Atlántico en su pequeño avión

Claudio y Betina tienen más de 60 años y llevan la mitad de su vida juntos, seis hijas y un nieto. En 2023 dieron la vuelta al mundo en su avión monomotor de 1978 y ahora volvieron a desafiar el cielo: son los primeros argentinos en cruzar el Atlántico en una aeronave de estas características y compartieron su aventura en el aire con LA CAPITAL.

 

Maneras de viajar, hay muchas. Tradicionales y extravagantes. Millones de personas sueñan con recorrer y conocer el mundo. Claudio Robetto y Betina Raimondi tienen más de 60 años y lo están logrando con un estilo muy propio: a bordo de su pequeño avión monomotor, modelo de 1978, ya dieron la vuelta al globo en 2023, volaron a Europa el año pasado y ahora están próximos a terminar un cruce histórico sobre el océano Atlántico.

Él nació en Mar del Plata y ella en La Plata. Ambos son ingenieros, se conocieron en 1989 en la Feliz y, 35 años después, siguen más unidos que nunca. Tienen seis hijas (Josefina, Martina, Valentina, Delfina, Carolina y Justina) y un nieto de un año y medio, al que acaban de visitar en España. Sí: los abuelos llegaron a verlo en su pequeño avión, en una parada estratégica de un viaje soñado.

En agosto de 2025, mientras hablan con LA CAPITAL desde João Pessoa, Brasil, todavía están cerrando su gran aventura: un viaje que ya lleva más de 100 días y que los llevó por el oeste de Latinoamérica, el Caribe, Estados Unidos y Canadá, desde donde cruzaron hasta Islandia, sobrevolando Groenlandia. Recorrieron Europa y parte de África. Todo en un avión monomotor Mooney M20J, modelo 1978, con cuatro plazas que ellos adaptaron para llevar más carga.

“Nos gusta viajar así. A mí siempre me apasionó volar, pero recién de grande pude comprar un avión”, aseguró Claudio, quien en unos meses celebrará 70 años.

La pareja de aventureros posa sobre su avión monomotor Mooney M20J, modelo 1978.La pareja de aventureros posa sobre su avión monomotor Mooney M20J, modelo 1978.


El cruce soñado

Este miércoles, a las 4 de la mañana hora de Cabo Verde, Claudio y Betina despegaron en la oscuridad rumbo a Brasil. “Fue un día agotador porque nos levantamos a la una de la mañana para ir al aeropuerto. Fueron 13 horas de vuelo sobre el Atlántico, pero se me hicieron cortas, llevaderas”, relató.

No es la primera vez que cruzan océanos. En 2023 le dieron la vuelta al mundo en el mismo avión: fueron 124 días, 270 horas de vuelo, 17 países y unas 35.000 millas recorridas. Fue la primera vuelta al mundo lograda en ese tipo de aeronave por una pareja argentina.

Este cruce, sin embargo, fue diferente“Siempre íbamos por el lado de Brasil, por la costa del Atlántico, pero este año decidimos ir por el oeste y subir por el Pacífico. Salimos de Balcarce, fuimos a Mendoza, cruzamos a Arica (Chile) sobre la cordillera de Los Andes a 14.500 pies, con el avión recargado, y de ahí seguimos por la costa hasta Perú y Ecuador”.

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En Ecuador tuvieron un problema mecánico que les cambió los planes: “Se nos rompió el burro de arranque justo antes de salir a Galápagos. Estuvimos 25 días varados en Guayaquil, pero aprovechamos para conocer. Tomamos un avión de línea para ir a Galápagos y a Quito”.

Ese imprevisto es parte de lo que puede suceder en un viaje así. Naturalmente se planifica “lo más posible”, pero luego, en el andar, en la aventura, todo puede pasar: la meteorología, un desperfecto mecánico o un problema de papeles pueden alterar el itinerario, algo similar a lo que pasa al viajar en auto, pero por el aire, a miles de metros de la superficie.

Una vez reparado el avión en Ecuador retomaron el viaje. Volaron hacia Panamá, donde pasaron la noche. Luego sobrevolaron Cuba, Estados Unidos y Canadá. “Fuimos a Fort Lauderdale, y queríamos llegar a Nueva York para sobrevolar el Hudson otra vez (como en la vuelta al mundo), pero una tormenta nos obligó a aterrizar de urgencia en el primer aeropuerto. Eso nos llevó a Carolina del Norte”, relató Claudio, entusiasmado con la ruta recorrida.

Desde el norte de Canadá, finalmente, volaron a Islandia, pasando por Groenlandia sin aterrizar. Fue un viaje largo. Islandia fue otra vez la puerta de entrada a Europa, como en la vuelta al mundo de 2023.

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En Europa tuvieron muchas paradas: Escocia, España (donde vive una de sus hijas junto al “mimado” de la familia, su pequeño nieto), Italia, Córcega y Suiza, entre otros puntos. Siguieron hasta Marruecos, donde hicieron tres escalas en diez días: Tanger, Essaouira y Dakhla. Luego continuaron por Mauritania, Senegal y Dakar, donde hicieron noche para llenar el tanque del avión antes de emprender el regreso en estas últimas horas.

Finalmente, desde Cabo Verde, fueron a Praia y a los dos días, después de revisar bien la meteorología, este miércoles, a las 4 de la mañana, concretaron el cruce del Atlántico. Unas 13 horas después, charla y mate de por medio con Betina, llegaron a João Pessoa, Brasil, desde donde compartieron su sensacional experiencia con LA CAPITAL.

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Herencia de vuelo

La pasión de Claudio por volar tiene raíces familiares. Su padre, Giuseppe, fue piloto de caza en la Segunda Guerra Mundial para la Fuerza Aérea de Italia. “A los 19 se enroló y a los 20 ya estaba en guerra. Primero en el norte de África y después en Alemania. La guerra lo terminó mal, del lado equivocado, con los alemanes”, relató.

La guerra no fue fácil para nadie. Tampoco el después. Pasado un tiempo y luego de sortear distintas vivencias, consiguió un contrato en la Fuerza Aérea Argentina para dar instrucción de vuelo en aviones que Italia había vendido al país. Llegó con 27 años, conoció a su futura esposa y se radicó en Mar del Plata.

“Fue instructor de muchos aeroclubes, incluido el de Batán y Balcarce. Yo lo acompañaba desde chico, pero él me decía que estudiara, que no volara. Le hice caso (estudió Ingeniería). Después de que él falleció, pude iniciar el curso… aunque en realidad fue reiniciar, porque ya lo había empezado antes de ‘contrabando’, calladito (se ríe)… pero bueno, yo volé mucho con él, aprendí“, admitió.

Luego, el paso de los años, el trabajo, los proyectos, la familia y los vaivenes de la vida postergaron la pasión por la aviación. Por suerte, no para siempre.

Hace unos años, ya con varias canas y una familia plena, llegó el momento de empezar a “disfrutar” otra etapa. Y eligieron viajar juntos con Betina. A veces de la manera tradicional, pero la que más eligen es esta, en su pequeño avión.

 

Claudio obtuvo su licencia de piloto a los 29 años y voló durante décadas en aviones de aeroclub. “En 2013 pudimos comprar nuestro primer avión, muy chiquito, con poca autonomía. Lo trajimos volando desde Estados Unidos con Betina. Con él cruzamos la cordillera cuatro veces y hasta fuimos a Australia”. Aún conserva ese avión.

En 2023, ya con el Mooney M20J, que consiguieron gracias a un grupo de WhatsApp que comparten con otros apasionados por la aviación, dieron la vuelta al mundo en 124 días, y ahora están disfrutando de este nuevo viaje que incluyó el desafío de cruzar el Atlántico. Son los primeros argentinos en hacerlo con un monomotor de pistón.

Sobre este hito, aclaró: “En este viaje hicimos una parada en Suiza y fuimos a visitar a una persona del grupo de WhatsApp, quien aún conserva su avión, su Mooney, que compró hace 40 años. Él tiene ahora 80 años y sigue viajando como nosotros. Cruzó el Atlántico cinco veces y dio la vuelta al mundo dos veces con su mujer. Estuvo en Argentina, voló hasta Ushuaia, Alaska, por todos lados. Así que no somos los primeros ni los únicos. Sí en Argentina en hacer esta travesía, pero no en el mundo. Seríamos los primeros en cruzar con un avión monomotor de pistón, porque un monomotor de turbina, sí, han cruzado”.

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Betina, copiloto de lujo

Así como en un viaje en auto el acompañante es fundamental, lo mismo sucede en el aire. Según Claudio, su pareja Betina, es “la mejor” copiloto de esta aventura.

Juntos publican el contenido de cada viaje en su cuenta de Instagram @aventurerosdelaire. Vuelos, destinos, entrevistas, contratiempos y momentos de distención en el aire. Es imposible no ver cuánto lo disfrutan.

Aunque no es piloto todavía, Betina empezó su curso en Balcarce y está sumando horas de vuelo. “Sabe mucho. Me ayuda en el chequeo, con la meteorología, ubica las pistas antes que yo, ve obstáculos… es de mucha ayuda. Además, planificamos juntos y vamos compartiendo todo el viaje”, dijo el piloto.

En la cabina, las horas de vuelo transcurren en un ambiente relajado. “Vamos tranquilos, tomando mates, charlando, escuchando música, leyendo, rezando… El avión tiene piloto automático, así que una vez en crucero y con buen clima, vamos cómodos y tranquilos disfrutando el paisaje”, apuntó.

 

Experiencia de vida

Claudio admite que un monomotor de pistón “es más riesgoso” que un avión comercial: “Sí, riesgos hay. Los asumimos. Somos precavidos. Sabemos lo que puede pasar… pero también podés cruzar la calle y que te pisen”.

Sus seis hijas los apoyan y, desde hace poco, siguen el viaje día a día gracias a la tecnología: “Ahora tenemos una antena Starlink en el avión, así que tenemos Internet a bordo. Podemos hablar, hacer videollamadas… increíble lo que hace la tecnología”.

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Más allá de la hazaña, Claudio reflexionó sobre lo que implica esta aventura, que muestra que viajar es alcanzable y que para cumplir los sueños realmente no hay edad: “A veces se piensa que a los 60 ya está, que la vida terminó… y no. Yo estoy por cumplir 70. Es el momento de aprovechar, de hacer cosas que te apasionan. Estamos tratando de disfrutar mucho de esta etapa de la vida, donde tenemos más tiempo disponible, aunque seguimos trabajando. Y si podés hacerlo con la persona que amás, mucho mejor todavía”.

Repartidos entre Mar del Plata y Balcarce, donde manejan un molino harinero que produce harina sin gluten, planifican seguir viajando. “Seguramente, el año que viene haremos algo más por América, sin cruzar el océano. Pero por ahora, vamos paso a paso. Todavía hay que volver a Argentina. Llegaremos a Balcarce entre el 23 y el 24 de agosto… pero tampoco nos vamos a apurar”.

Para Claudio y Betina, volar no es solo llegar. Es vivir.